Una tormenta de aguanieve finiquitó la corrida de hoy en Ajalvir en el tercero, cuando toros y toreros brindaban un espectáculo atractivo y triunfal, cuyo "marcador" era de dos orejas Luis Miguel Encabo, y una cada uno Sánchez Vara y José Ramón García "Chechu".
FICHA DEL FESTEJO
Dos toros de Martínez Gallardo y uno, el segundo, de Marcos Núñez, correctos de presencia y de buen juego, destacando el segundo.
Luis Miguel Encabo: estocada (dos orejas).
Sánchez Vara: pinchazo, estocada y descabello (una oreja).
José Ramón García "Chechu": pinchazo y estocada (una oreja).
La plaza, portátil, tuvo un tercio de entrada en tarde lluviosa y gélida.
FRÍO Y BUEN TOREO
Todo bien, menos el tiempo. Funcionaron los toros, una corrida que "sirvió" mucho, según expresión de la jerga, y muy digna en su presentación, teniendo en cuenta el escenario, plaza de cuarta.
El que abrió plaza, muy bien hecho, bajito y acodado, en tipo de embestir, aunque no andaba muy sobrado de fuerzas. El segundo, "remiendo" de Marcos Núñez, lució más clase, y duró más que ninguno, incansable, y humillado, repetidor y con temple. El tercero, más bastote, montado y silleto, sin embargo, también acabó entregándose.
Los toreros, los tres, muy bien. Resuelto y capaz Encabo, su faena tuvo variedad y sentimiento. Sánchez Vara fue todo dominio, querer y poder. Los dos compartieron banderillas en sus respectivos astados, clavando pares fáciles y vistosos.
"Chechu", que hubo de "lidiar" también la tormenta que daría lugar a la suspensión, sorprendió muy gratamente por su corte de torero clásico y reposado, de trazos limpios y sentidos. Muy comprometido en todo momento, ya en el recibo de capote dibujó lances a la verónica de mucha emotividad y belleza.
Con la muleta se relajó "Chechu" una barbaridad, muy medido en los tiempos, y estrechándose mucho con el toro, gustando y gustándose, hasta casi hacer olvidar el panorama climatológico tan desagradable. El pinchazo previo a la estocada, y lo que tardó el astado en doblar, dieron lugar al aviso, y quedó la cosa en una solitaria oreja.
Al final, con el ruedo embarrado, peligroso para los toreros, y el frío, insoportable en el tendido, aconsejaron la suspensión, que todos celebraron