Benedicto XVI ha defendido la santidad del sacerdocio ante 4.500 seminaristas congregados en la Catedral de la Almudena para escuchar la primera misa oficiada por el Pontífice en la Jornada Mundial de la Juventud . "Nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar", les ha advertido tras explicar que la santidad de la Iglesia es ante todo la santidad objetiva de la misma persona de Cristo, de su evangelio y de sus sacramentos.
Así, les ha pedido que mediten bien este misterio de la Iglesia viviendo los años de su formación con "profunda alegría, en actitud de docilidad, de lucidez y de radical fidelidad evangélica , así como en amorosa relación con el tiempo y las personas" en medio de las que viven. "En cualquier circunstancia en la que se halle, y por dura que esta sea, el sacerdote ha de fructificar en toda clase de obras buenas, guardando para ello siempre vivas en su interior las palabras del día de su Ordenación, aquellas con las que se le exhortaba a configurar su vida con el misterio de la cruz del Señor", ha recordado.
También les ha animado a no dejarse intimidar por un entorno que pretende excluir a Dios y "en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia". "Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia", ha subrayado.
Testigos de Dios
Por eso, les ha pedido que afronten el reto "sin complejos ni mediocridad" y "siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales". Una tarea que, comporta idenficarse cada vez más con Cristo, dura toda la vida y, como ha reconocido, les sobrepasa. "Ya sabemos que nos sobrepasa y no lograremos cumplirla plenamente, pero, como dice san Pablo, corremos hacia la meta esperando alcanzarla", ha animado.
Pero también les ha dicho que abran, alentados por sus formadores, "su alma a la luz del Señor" para ver si este camino, que "requiere valentía y autenticidad", es el suyo y les ha pedido que avancen hacia el sacerdocio solamente si están "firmemente persuadidos de que Dios les llama a ser sus ministros y "plenamente decididos a ejercerlo obedeciendo las disposiciones de la Iglesia".
Celiabro, pobreza, austeridad y obediencia
Por ello, ha defendido, para imitar Cristo y estar a su disposición, el celibato, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia "sincera y sin disimulo". "Pedidle, pues, a El, que os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad", ha recalcado.
Durante sus años de preparación, les ha explicado que deben vivir en silencio interior, permanente oración, constante estudio e inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia. "Al veros, compruebo de nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo así viva la misión de la Iglesia y la oferta del evangelio al mundo. Como seminaristas, estáis en camino hacia una meta santa: ser prolongadores de la misión que Cristo recibió del Padre", ha dicho al principio de su homilía para terminar poniendo como ejemplo a San Juan de Avila para que no se busquen a sí mismos sino que con su comportamiento edifiquen a sus hermanos.
"Merece la pena"
Previamente, los seminaristas de todo el mundo le han explicado, en el saludo pronunciado por uno de ellos que "no resulta fácil hoy la misión de ser testigos de Cristo". "Nos cuesta mucho llegar a nuestros hermanos alejados o no creyentes", ha admitido. Sin embargo, le ha querido ofrecer "la esperanza del Evangelio" con su "futura entrega sacerdotal". Además, ha agradecido a Benedicto XVI el "gran cariño y cuidado pastoral" de los futuros sacerdotes y ha citado a su antecesor, el beato Juan Pablo II para asegurar que "merece la pena dar la vida por Cristo y por los hermanos".
"Estos seminaristas de la JMJ de Madrid quieren ser santos sacerdotes, porque quieren ser buenos y fieles instrumentos de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote para la santificación de sus jóvenes compañeros y del mundo entero", ha dicho primero el cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en su saludo, en el que ha enfatizado que "quieren ser los primeros apóstoles de la juventud de su tiempo como el Papa y la Iglesia se lo piden". Por eso, ha asegurado que "ningún cálculo, ninguna ambición humana" les apartará del gran ideal y del celo que les anima: "la Gloria de Dios y la salvación del hombre".