La artista chilena Magdalena Atria recupera el calor y la maleabilidad de la plastilina en su última exposición, "Cenotes", una fusión de fantasía y realidad que llenará de psicodelia y color la sala Abierto x Obras, en el Matadero de Madrid, desde el 12 de septiembre hasta el 5 de enero.
"Esta exposición cuestiona las formas con las que nos relacionamos con el mundo y el porqué de que un material como la plastilina no pueda utilizarse en el arte", ha declarado la artista hoy a Efe durante la presentación de este trabajo.
El empleo de este material, siempre reducido al uso doméstico y sin apenas historia artística, es la clave de esta exposición, que ha transformado el suelo de la antigua, lúgubre e industrial cámara frigorífica del Matadero de Madrid en un mundo fantástico de formato circular.
"La plastilina me da la posibilidad de fabricar la pintura sin limitación de espacio, interactuando con él y creando conexiones emocionales con la infancia", ha comentado.
Repleta de colores vibrantes, continuamente sumidos en juegos de contrastes, "Cenotes" crea ilusiones ópticas y dibujos psicodélicos llenos de brillo, que recuerdan imágenes de un caleidoscopio.
"Las imágenes surgen según se trabaja el material, y siempre hay un grado de sorpresa", ha destacado la artista, que concibió la exposición expresamente para teñir de color esta sala de la capital.
Inspirada en la cultura maya, donde los cenotes son fuentes vitales que comunican el mundo terrenal con el divino, la plastilina de Atria comunica el mundo subterráneo con el camino hacia la luz en un juego de abstracción que atrapa al espectador.
Los colores vitales, llenos de energía, característica natural del material empleado, se conjugan con formas naturales y orgánicas que dotan a la obra de un mensaje definido: "Romper con las barreras que consideran que un producto infantil o tonto no puede crear algo serio".
De este modo, "Cenotes" ofrece una realidad alternativa, impregnada de misticismo y repleta de formas geométricas en una superficie no siempre regular, pero que dota a la obra de una poderosa presencia física.
Sin embargo, una mirada profunda sobre estas formas detalladas y nítidas romperá con la simetría de este juego, que en apariencia se presenta tan organizado, y mostrará las pequeñas imperfecciones de un trabajo manual y laborioso.
Tres semanas de esfuerzo han servido a la chilena, que ha colaborado con cinco alumnos de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, para crear esta colorida serie de alfombras circulares, que, una vez termine de exponerse, se reutilizará en aulas de colegios.