César Jiménez, a hombros en Valdemorillo

La Feria de Valdemorillo vivió este domingo su segunda Puerta Grande con César Jiménez como protagonista. El torero de Fuenlabrada sumó dos orejas, en una tarde en la que Ferrera dio una leccion de garra y coraje.

Un corridón. Así se dice en el argot. Corrida de mucha alzada. Los tres primeros toros podían pasar, pero los otros, grandes y cornalones, se las traían para una plaza de tercera. Dentro de las exageraciones, también había notables desigualdades.

En Valdemorillo era frecuente este tipo de ganado, pero hace ya mucho tiempo que no se da. Y es que el toro mastodóntico de aquellas corridas de antes suele ser ahora garantía de aburrimiento por lo poco que se presta para hacer el toreo en boga, de cadencia y estilismo.

En base a esta consideración, el reconocimiento a los tres espadas por el esfuerzo que han librado en circunstancias poco favorables.

De hecho el triunfo de Jiménez, con corte de dos orejas y la correspondiente Puerta Grande, tiene su transcendencia. Una oreja más una oreja, aún en escenario "de tercera" como se considera a la plaza de Valdemorillo, no es cosa baladí cuando el cornúpeta es casi "de primera".

Su primera faena tuvo temple y suma limpieza. La estética, una constante en el estilo de César Jiménez, dio sus frutos. Capoteó por dos veces de salida, al toro devuelto y al sobrero que lo reemplazó. En primera instancia, verónicas de compás abierto, y en la siguiente a pies juntos. Finos lances en todos los casos, de mucho relajo y suficiencia. Y quite por chicuelinas con tafalleras.

En la muleta, siendo el toro noblón, tuvo el defecto de quedarse corto por el lado izquierdo. Jiménez lo toreó en redondo con empaque y galanura. Faena más que suficiente para la oreja final.

Y nuevo trofeo, ahora en el quinto, con un trasteo de más ardor, aunque las complicaciones del animal, que obligaba a perderle pasos, restaron la anterior plasticidad. Menos asiento en la ejecución de los pases, pero tanta entrega y verdad, siempre en actitud atacante. La espada de Jiménez funcionó muy bien en ambos toros.

Notable la capacidad de Antonio Ferrera para estar en todos los trances de la lidia. Fácil y vistoso con el capote, espectacular con "los palos" y muy seguro también en el último tercio. Y eso que no terminó de entregarse ninguno de sus toros. El que abrió plaza, sin humillar, hizo imposible la ligazón. El cuarto se movió mucho y "con guasa", y ahí volvió Ferrera darlo todo, hasta dejarse coger, por fortuna quedando la cosa en un fuerte varetazo.

Rubén Pinar, en tonos más grises, sin embargo, también arriesgó lo suyo. A su primero lo exprimió hasta negarse el toro, "rajado" a mitad de faena. En el sexto contó también la voluntad del torero a pesar la aceleración que tuvo el trasteo.