Aunque saben que sería muy difícil que aquí tocara el 'Gordo' de Navidad, como en el anuncio, los clientes del bar la Muralla, conocido ahora como 'el bar de Antonio', no pierden la esperanza y siguen con expectación el sorteo que ha hecho famoso este establecimiento del madrileño barrio de Villaverde Alto.
Entre el ir y venir de cafés (a 1,30 euros, más caro que en el 'bar de Antonio'), zumos de naranja, tostadas y churros, Margarita, dueña del bar, no da abasto para atender a los medios de comunicación que se han congregado y que igualan en número a los clientes que han querido seguir el sorteo de Lotería en el lugar escogido para rodar el anuncio de este año.
"Me imaginaba más jaleo, pero a la gente no le gusta salir en la tele; un cliente me ha pedido que le dé el café ligero para irse", ha comentado a Efe la mujer colombiana, que regenta este café con su marido desde hace 10 años.
El matrimonio sólo ha comprado un décimo de los que ellos mismos ofrecen en su bar, el 37.254, porque se agotaron dos días después de comenzar a emitirse el anuncio y no han querido acaparar más boletos y dejar a clientes sin ellos.
Según Margarita, han distribuido unos mil décimos de ese número -por el que se ha interesado hasta ayer mismo gente de fuera del barrio y de otras ciudades, como Barcelona y Sevilla-, y no han reservado décimos a ningún cliente, como ocurría en el anuncio.
"Incluso ya preguntan si tenemos décimos de 'El Niño', pero no hemos comprado", añade Margarita.
Entre el trabajo y las entrevistas, Margarita apenas tiene tiempo para prestar atención a los cánticos de los niños de San Ildefonso, que suenan de fondo en dos televisiones.
Reconoce que aunque todos los años juegan a la lotería, en esta ocasión está siguiendo el sorteo con más expectación y quiere que le toque porque "uno juega por necesidad".
REGENTADO POR COLOMBIANOS
Hoy Margarita siente que no le pueda acompañar su marido, Hernán, que hace días se fue a Colombia para estar junto a su madre y no volverá a Madrid hasta el 11 de enero, aunque cuenta que están en contacto y que él está siguiendo el sorteo de Lotería desde su país natal, donde aún es madrugada.
Desde que el bar se hizo famoso por su aparición en el anuncio, la dueña asegura que ha habido un aumento de clientes y, sobre todo, muchas llamadas de personas interesadas en adquirir el décimo.
Ante la ausencia de su marido, la dueña del bar ha decidido contratar a dos amigas colombianas para echar una mano estos días, que como muchos otros clientes no han llegado a tiempo para comprar el ansiado décimo.
"Si toca, que Margarita nos dé el sobre", dice entre risas Alexia, una de las camareras, mientras su compañera Darnelly se lamenta de que su jefa "no guardó nada" para ellas.
En la barra, algunos clientes habituales como Antonio toman el café mientras miran de reojo la televisión con la ilusión de que el décimo del bar reciba alguno de los premios, y si es posible 'el Gordo', como en el anuncio.
"Me gustaría que fuera aquí, en el barrio, porque hay mucha gente necesitada", cuenta este cliente, que comparte con su hijo uno de los décimos del bar.
Otro cliente, Jerónimo, que vive enfrente del establecimiento, ha querido venir hoy como tantas otras mañanas a desayunar aquí, con la esperanza añadida de poder celebrar algún premio, aunque le parece "absurdo" que todo el mundo crea que va a tocar aquí 'el Gordo'.
"Sería el colmo de los colmos", dice Jerónimo, que este año, como todos los años, compró uno de los décimos.
En una de las mesas una clienta habitual, con su padre, su cuñada y su hija de seis años -todos ellos colombianos- lleva desde primera hora pendiente del sorteo a petición de la niña, ilusionada porque el bar de su barrio haya salido en la tele.
Nadie de esta familia consiguió décimo del bar, y por eso cuentan entre risas que si toca aquí les "da algo".
Otras personas que no son clientes han venido por "curiosidad", como Magdalena, vecina del barrio, que tenía que hacer un recado por la zona y ha aprovechado para visitar el bar; o Ascensión, que quería ver "qué ambiente había".
Ninguna de las dos tiene décimo del bar, ni tampoco Isidoro, otro vecino, que paseaba por la calle pero no ha querido entrar porque, por los nervios, prefiere no enterarse del sorteo.
"Si toca volveré, aunque no me hayan guardado décimo, para celebrarlo con los demás", dice Ascensión.