El estallido de una bombilla causó la estampida en la plaza de la República

  • Los parisinos homenajean a las víctimas pese al veto a las manifestaciones

El ruido provocado por el estallido de una bombilla en un restaurante fue, muy probablemente, la causa de la estampida humana que se produjo hoy en la plaza de la República de París, donde una multitud se concentraba en señal de duelo por los atentados del viernes.

Cientos de personas, reunidas espontáneamente en la plaza, salieron hoy corriendo en busca de refugio en cafés y calles colindantes, mientras la policía despejaba la plaza y sus alrededores, según relataron testigos.

La policía informó poco después de que el movimiento no respondió a ningún hecho que pusiera en peligro la seguridad ciudadana.

Según el diario Le Parisien, el desencadenante fue el estallido de una bombilla en uno de los restaurantes cercanos a la plaza, lo que motivó una reacción defensiva de un policía que provocó el pánico en la gente.

Con motivo de los atentados del pasado viernes en París Francia aplica desde el sábado el estado de emergencia, que prohíbe las concentraciones de un gran número de gente en lugares públicos.

LOS PARISINOS HOMENAJEAN A LAS VÍCTIMAS

Velas, flores, mensajes y cánticos ocuparon hoy los principales lugares de los atentados terroristas del pasado viernes en París, con gente que se congregó de forma improvisada pese a que las autoridades han prohibido las manifestaciones hasta el próximo jueves.

La plaza de República, epicentro en enero de la solidaridad ciudadana contra los atentados contra la revista satírica "Charlie Hebdo", volvió a agrupar a todos aquellos ciudadanos que quisieron reflejar que no tienen miedo.

"Hay que demostrar que la vida es más fuerte, que París está de pie. No hay que dejar que el miedo gane, porque es entonces cuando dejas de vivir", dijo a Efe Ludovic Mouly, uno de los muchos ciudadanos que se acercaron hasta allí para dejar una vela o simplemente transmitir su apoyo con su presencia.

El lema "Fluctuat Nec Mergitur" (oscila pero no se hunde), que figura en el escudo de París, pintado bajo un fondo negro en un cartel de una de las esquinas de la plaza por un colectivo de Street Art, resumía el sentir de la población.

Pero a diferencia de los atentados de enero, que afectaron también a una agente de policía y a un supermercado judío y se vieron como un ataque contra varios símbolos de la sociedad francesa, como la libertad de expresión, las fuerzas del orden y la religión, estos últimos han hecho mella personal.

"Te sientes atacada directamente, como parisina y como francesa", explica a Efe Camille Divay, de 27 años de edad, ante una oleada de atentados que se cobró al menos 132 muertos y cientos de heridos, y que golpearon dos barrios de moda en la capital y una conocida sala de conciertos.

Los mensajes colocados en los altares improvisados oscilaban entre el pesimismo ("La humanidad desaparece"), la valentía ("Ni miedo ni odio"), la solidaridad con las víctimas ("Una oración por nuestros amigos") y la constatación de que los autores del ataque, reivindicado por el Estado Islámico, "no son musulmanes, sino terroristas".

"Han querido meter miedo a los franceses, que nos retiremos del combate, desestabilizar el país", añade Carole, de 50 años de edad, que no puede evitar tener la duda de que, quizá, la vigilancia de las fuerzas del orden no fue suficiente.

En el bar Le Carillon y el restaurante Petite Cambodge, uno de los primeros escenarios de la masacre, el único cordón de seguridad que quedaba hoy era el reservado por los equipos de televisión llegados para grabar esa solidaridad ciudadana.

Como en la plaza de la República y en la sala de conciertos Bataclan, la más afectada, con al menos 89 de los muertos, la gente se agrupaba "por necesidad", decían algunos, porque quedarse en casa querría decir que "han ganado".

"Salimos en enero, salimos ahora y volveríamos a salir", apunta Mouly, acompañado de su mujer y sus dos hijos.

Reflejo de la tensión entre los ciudadanos, no obstante, fue la estampida humana que hubo esta tarde poco después, cuando cientos de personas salieron corriendo de la plaza aterrorizada por una circunstancia aún no aclarada y buscó refugio en cafés y calles colindantes.

Pero pese al estado de emergencia decretado por las autoridades ante la magnitud de lo sucedido el viernes, algunos como Carole insisten que aunque se incrementen las medidas de seguridad, no hay que limitar la libertad. Sería, concluye, "dar un paso atrás".