El acuerdo de Bielovézhskaya Puscha, en el que los entonces dirigentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia certificaron la defunción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cumple hoy 20 años.
"La URSS era mi patria, pero no teníamos otra alternativa que firmar su final. De lo contrario, podría haber estallado una guerra civil", afirmó hoy a Efe Stanislav Shushkévich, ex presidente del Parlamento bielorruso y uno de los firmantes del histórico acuerdo.
Shuskévich, de 76 años, recuerda que varias de las repúblicas soviéticas contaban con ingentes arsenales nucleares, por lo que era urgente estabilizar la situación desde el punto de vista jurídico.
"No fue una conspiración. De hecho, no teníamos pensado firmar un acuerdo. Simplemente, debíamos constatar en un documento quiénes éramos y cuál era la situación de la URSS en ese momento. Había que ser valientes", comentó en conversación telefónica desde Minsk.
El actual opositor bielorruso recuerda que fue el viceprimer ministro ruso, Guennadi Burbulis, quien propuso la víspera la frase que ha pasado a la historia en Bielovézhskaya Puscha, un vedado natural bielorruso en que solían cazar los dirigentes soviéticos.
"La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ha dejado de existir como sujeto de derecho internacional", rememoró Shushkévich, que reconoció que su objetivo era "una Bielorrusia independiente".
El bielorruso señala que nunca llegó a consultar con el entonces presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, que intentó conservar la mancomunidad eurasiática por todos los medios, incluido con la creación de una Unión de Estados Soberanos.
"Gorbachov era primero comunista y sólo después un demócrata", aseguró.
Shushkévich recuerda que meses antes invitó al presidente de Rusia, Borís Yeltsin, a cazar en Bielovéchskaya, pero no para poner la puntilla a la URSS, sino para obtener petróleo y gas, ya que la economía bielorrusa estaba en estado ruinoso.
"Tampoco es verdad que, a cambio de la ayuda, Yeltsin nos obligara a firmar. Nosotros y los ucranianos estábamos interesados en ser independientes", dijo el político, quien considera que la URSS comenzó a desintegrarse mucho antes del acuerdo por motivos económicos.
Con todo, la firma del acuerdo no fue una cuestión inminente, ya que "las tres delegaciones se pasaron toda la noche trabajando en la redacción del preámbulo del acuerdo y de los 14 artículos definitivos".
Además, resta importancia a que todos los firmantes, de Yeltsin al presidente ucraniano, Leonid Kravchuk, lamentaran años después haber estampado su firma en el acuerdo.
"Hicimos lo correcto. Veinte años después no veo alternativa. Abro los periódicos, miro internet y veo que somos más libres y civilizados", dijo.
Shushkévich opina que el legado soviético aún está muy presente en la vida de algunas antiguas repúblicas soviéticas, en particular en Rusia y en Bielorrusia, a la que describió como "una pequeña Unión Soviética".
"Yo también fui casi toda mi vida un feliz ciudadano soviético, pese a que mi padre estuvo veinte años en el GULAG. Sólo a final de los años 70 con mis viajes a simposios científicos, contacté con gente libre y me di cuenta de que los dirigentes soviéticos habían manipulado la utopía en su beneficio", dijo.
Los firmantes del histórico acuerdo, Yeltsin, Kravchuk y Shushkévich, acordaron también la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Según el actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, que ha calificado la desaparición de la URSS como "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", la CEI fue el mecanismo de divorcio civilizado entre las repúblicas de la URSS.
"Putin es un antiguo espía que ha sabido reconvertirse. Es normal que piense así. Él sigue representando al KGB. Sólo hay que fijarse en las recientes elecciones rusas, en las que se ve que quieren recuperar el sistema en el que el pueblo no decide nada", aseguró.
Mientras, los comunistas rusos calificaron hoy de "delito" la firma de los acuerdos de defunción de la URSS y han pedido que los signatarios, a los que acusan de "traición", comparezcan ante la Justicia.
Antes de la firma de los acuerdos, los dirigentes conservadores soviéticos apartaron del poder a un debilitado Gorbachov e intentaron frenar la desintegración al dar un golpe de Estado en agosto de 1991, pero el pueblo ruso les dio la espalda.
El imperio soviético dejó de ser el antagonista de Estados Unidos y quedó dividido en quince repúblicas europeas, caucásicas y centroasiáticas, que han celebrado en los últimos meses sus respectivos aniversarios de independencia.
Tres de ellas, las bálticas Lituania, Letonia y Estonia, soy hoy miembros de la Unión Europea y la OTAN.
El Estado totalitario comunista desapareció definitivamente el 25 de diciembre de 1991, cuando Gorbachov admitió en un discurso por la televisión el fin de la URSS.
Seguidamente, la bandera soviética de la hoz y el martillo fue arriada en el Kremlin y media hora después, izada la tricolor de la Federación de Rusia.