No hay dos sin tres, decíamos ayer.
Ni tres, sin seis, debemos decir después de sufrir la décimo quinta de San Isidro en la que se recibió con una gran ovación a quien se ha convertido en defensora de la Fiesta en la Comunidad de Madrid.
Fiesta que pasa por el toro. por la casta, por la movilidad, por la emoción de su embestida o de sus complicaciones, pero, de esto hubo poco.
Y así, me quedo con la brega de Curro Javier y los pares de Trujillo en el segundo.
Y la brega de Trujillo y los pares de Curro Javier en el quinto, obligado a tirarse a la piscina y que remató con otro gran par. Me quedo con las ganas de Juan Mora, que tuvo que encararse con quienes faltan al respeto y pretendieron decirle cómo, dónde y de qué manera tenía que torear.
Un Juan Mora que vio claro el momento de pasaportar, y así, sin solución de continuidad enterró la espada, que para eso lleva siempre la escopeta cargada. silencio y ovación con saludos.
Un Manzanares, algo espeso en el segundo, sobrero de Carmen Segovia, noblote y algo violento con el que no llegó a entenderse; y con voluntad en el quinto, a los que despachó de dos certeras estocadas. Silencio y Palmas.
Y un Cayetano que no tuvo toro en el tercero y lo intentó en porfia con el sexto, complicado que se defendía. Silencio y Silencio.
Pero, lo dicho el problema no es que no hubiera dos sin tres. Sino que tres, no tuvieron toro en ninguno de los seis.