Ya lo dijo el propio John Lennon en una ocasión: "Antes de Elvis no había nada". Sin embargo, lo que nadie predijo es que hoy, 36 años después de su muerte, el mito siguiera vivo con el mismo brillo incandescente que desprendió en vida.
Y es que Elvis Aaron Presley (1935-1977) sólo ha habido y habrá uno. Los demás son sucedáneos o, simplemente, meras copias que jamás llegarán al nivel del original.
La superestrella del rock y su voz de oro se apagaron tal día como hoy en 1977. Sus excesos, también de pastillas, le costaron caro. Se dijo que había muerto de una parada cardíaca. No obstante, las causas de su fallecimiento todavía hoy siguen siendo un misterio.
Esa aureola de incertidumbre que envolvió su muerte rodeó también sus últimos años de vida.
Seductor innato, siempre con su tupé perfecto aderezado con tres aceites diferentes para que permaneciera intacto sobre el escenario, Elvis cautivaba con la mirada y enloquecía con su voz.
Sus espectaculares movimientos de cadera fueron prohibidos durante la década de los 50, cuando un magistrado de Florida le calificó como un "salvaje que estaba socavando a la juventud con su música".
Aquel juez se quedó corto, pues el socavón que la estrella del rock dejó llegó a ser de tales dimensiones que aún no se ha podido rellenar.
Con solo 42 años, Elvis dejó para la historia éxitos musicales, interpretaciones memorables, películas y un físico deteriorado al final de sus días, pero que todavía se mantiene firme en la cultura popular de Estados Unidos y del mundo.
No solo el cine y la música se rindieron a su carismática figura: Elvis también protagonizó la primera transmisión vía satélite de la historia de la televisión.
Su concierto "Aloha from Hawaii" de 1973 fue el primer "show" que se emitió en directo en la pequeña pantalla, seguido por millones de personas al mismo tiempo.
Elvis colapsaba las listas de éxitos, dominadas por sus sencillos, con los que consiguió más de treinta números uno. El reconocimiento de la "superestrella" no podía ser mayor.
Sin embargo, tras el tremendo impacto de sus canciones y películas en el mundo entero, comenzó el declive de la "voz de oro", ya en la década de los 70. El precio de la fama y su creciente adicción a los estupefacientes desencadenaron el inevitable final.
Fue entonces cuando la picardía de su frescura juvenil se desvaneció, y el superhombre seguro de sí mismo, motivado y consciente de lo que estaba haciendo desapareció.
Elvis necesitaba satisfacer al instante todos sus caprichos y que los cumplidos de sus aduladores jamás cesaran. Drogas, armas, hamburguesas XXL, despilfarro a raudales, "el rey del rock" sucumbía a todas las tentaciones y pecados imaginables.
Poco quedaba ya del alocado bailarín y conquistador infatigable. En sus últimos años, la estupenda figura del artista se había desvanecido disuelta en treinta kilos de más, lucía flequillo y patillas colosales, pero ante su público ya no era el mismo.
En su último año de vida, en Alexandria (Luisiana), el intérprete estuvo en el escenario algo menos de una hora. Tampoco pudo presentarse en Baton Rouge, pues no fue capaz de levantarse de la cama del hotel en el que se hallaba. Finalmente, la gira se canceló.
"Way Down", el último sencillo de Presley, se publicó el 6 de junio de 1977, y su último concierto tuvo lugar en el pabellón Market Square Arena de Indianápolis el 26 de ese mismo mes. Ese fue el punto final a una carrera meteórica, apenas dos meses antes de su muerte.
El 16 de agosto de 1977, Elvis Presley dijo adiós. Cuentan que su última comida fueron cuatro bolas de helado y seis galletas de chocolate. "La voz de oro" del "rock and roll" mundial se había esfumado tras un tortuoso paso por este mundo, entre éxitos y decadencia.
Comenzaba así la leyenda y mito de un icono mundial, adorado por legiones de fans que todavía corean gloriosos el nombre del que probablemente ostentará por siempre el título de "El Rey".