Con cien números a sus espaldas, y despacito -take a walk on the slow side-, Yorokobu se ha convertido en una publicación de referencia entre las revistas de papel. Aparentemente pura contradicción, porque nació precisamente en plena 'crisis del papel', una profecía que no acaba de cumplirse, del todo. Y porque reivindican el "slow reading" en plena era "fast".
Querían reclutar a jóvenes de veinte a treinta años para una "misión suicida": leer en papel. Y cuando hablan sobre el papel, los expertos en comunicación siempre dejan un resquicio romántico en sus pronósticos. Algo así como una reserva protegida para (más o menos) frikis del papel, capaces de leer -y entender- más de dos párrafos. Y pagar por ello.
En ese ecosistema, Yorokobu se ha 'posicionado' -sin perder de vista el enfoque digital, claro- con una ecuación sencilla de explicar pero no de llevar a la práctica: aprender, contar, reflexionar. Principios básicos de la comunicación en los que, además, intervienen la curiosidad, la inspiración, el análisis, el entretenimiento... Y los lectores lo respaldan.
Yorokobu cumple 10 años ofreciendo un contenido cuidado, de calidad, dirigido a jóvenes de 20 a 30 años. Informaciones sobre cultura, pensamiento, diseño o innovación... Cartografiando el mapa de la comunidad creativa, especialmente la madrileña.
Pero los años no pasan en balde y la fórmula del éxito necesitaba actualizarse. Así lo pensaban en Yorokobu y así lo hecho: rediseño y giro estratégico. Los jóvenes de hace una década han dejado de serlo. Y los jóvenes de ahora manejan otro universo. El objetivo: seducir a esa nueva hornada de curiosos dispuestos a "percibir el placer del silencio", como nos dice la propia revista.
En la portada del número 100 (de Vasava), la revista resume su mutación con la metáfora de una serpiente que muda su piel para desprenderse de parásitos y esquivar a sus depredadores: "el cambio destinado a la supervivencia". A partir de ahora, además, cada número será monográfico.
El éxito de una publicación como Yorokobu es motivo para 'estar feliz', como ellos mismos nos han enseñado. Felicidades.