El jinete madrileño Leonardo Hernández salió a hombros por la Puerta Grande de la plaza de Madrid tras cortar un total de cuatro orejas y cuajar una faena redonda a un gran toro de la divisa de San Pelayo, propiedad del torero retirado Niño de la Capea, en la segunda corrida de rejones de San Isidro.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros, despuntados para rejones, de los tres hierros ganaderos del Niño de la Capea: El Capea (1º y 5º); Carmen Lorenzo (2º y 4º) y San Pelayo (3º y 6º). Con mucho volumen y desiguales de hechuras, dieron también juego dispar, destacando por su clase y su templado galope los lidiados en primer y tercer lugares.
Sergio Galán: rejonazo contrario y descabello (ovación tras leve petición); rejonazo atravesado y descabello (ovación).
Diego Ventura: dos pinchazos y rejonazo delantero (ovación); pinchazo, rejonazo contrario y descabello (ovación).
Leonardo Hernández: rejonazo trasero contrario (dos orejas); rejonazo trasero (dos orejas).
Decimosexto festejo del abono de la feria de San Isidro. Lleno total en tarde calurosa.
MÁS IMPORTANTE QUE LAS OREJAS
Fueron cuatro orejas, quizá muy generosa la segunda que le concedieron del sexto toro, las que paseó hoy por el ruedo de Las Ventas el rejoneador madrileño Leonardo Hernández. Todo un triunfo rotundo.
Pero más allá del valor numérico que refleja el nivel de la actuación, lo verdaderamente importante fue la redondez de la faena que le cuajó al tercero toro de la tarde, un ejemplar del Niño de la Capea cuya calidad exigía un toreo a caballo entregado y comprometido.
No paró el hondo "Canastito" de galopar desde que salió al amplio ruedo madrileño, haciéndolo además descolgado de cuello, con clase y con un ritmo excepcional para seguir a los caballos de Leonardo, que poco a poco fue estrechándose y acompasándose con sus continuas y siempre dispuestas embestidas.
Lo mejor de la faena, tras un sólo rejón de castigo, llegó en el tercio central, que en el caso del rejoneo, es siempre el segundo, el de banderillas, pues Hernández las clavó siempre atacando muy de frente, con toda la verdad que pedía y merecía el toro, tanto con "Amatista" como con "Despacio", los dos caballos con que cubrió esta fase.
La cumbre la protagonizó con este último, un tordo al que paró en los medios y muy cerca de los pitones, apenas a dos o tres metros, para desde ahí, con valor y tranquilidad, marcar sendos quiebros sutiles, dejar cada palitroque y salir limpiamente de la suerte.
Con la plaza en pié, el jinete de Madrid aún echó más carbón a la caldera con "Xarope", con otro embroque muy frontal y un carrusel de cortas vibrante y rematado con alardes de poder, para acabar con el rejonazo definitivo y el corte unánime de las dos primeras orejas.
Las otras dos no fueron tan rotundas, pues, con la salida a hombros ya asegurada, Leonardo Hernández sacó al ruedo caballos menos experimentados que lidiaron con un toro que, aunque con movilidad, se empleó bastante menos en la pelea.
Con este hubo menos ajuste y algo más de ligereza en los encuentros para clavar, pero la fibra que siguió poniéndole el rejoneador en todo momento le bastó para contentar a un público entregado.
El peor lote, con diferencia, de la corrida del Capea fue el que correspondió a Diego Ventura, que hubo de tirar de entrega y oficio para solventar la papeleta e intentar dejar su huella en la tarde.
Ambos ejemplares embistieron siempre con arreones destemplados a sus cabalgaduras y esperaron y midieron en cada embroque de banderillas, forzando así a Ventura a emplearse en someterlos y atemperarlos en los galopes de costado, en especial con "Nazarí", pero sin conseguir especial brillo al clavarles los arpones.
A Sergio Galán le correspondió para abrir plaza un hondo, fino y precioso ejemplar, prototípico del encaste murubeño, que sacó, aunque con menor brío, una clase similar a la del toro de la gran faena de Hernández.
Y el jinete conquense estuvo con él simplemente correcto, sin poner mucho más de su parte que limpieza y formalidad en su rejoneo, sin esa mayor garra que sí le puso a su labor en el cuarto.
Fue este otro de los toros manejables de la corrida, con el que Galán fue a más hasta clavarle un soberbio par de banderillas a dos manos en los medios, justo antes de tener que volver a echar pie a tierra para descabellar y perder opciones de trofeo.