La artista Dora García invade el Reina Sofía con sus performances

  • La exposición "Segunda vez" estará abierta hasta el 18 de abril en
  • "Segunda vez" indaga en la relación del arte, la política y el psicoanálisis

"Hay un agujero en lo real", esta frase en dorado es el lema que da la bienvenida al visitante de la exposición que Dora García inaugura hoy en el Museo Reina Sofía, toda una declaración de intenciones de esta artista conceptual que interpela al espectador a través de la perfomance, cine, texto o dibujo. "Segunda vez", que indaga en la relación del arte, la política y el psicoanálisis, es el titulo de la muestra dedicada a Dora García (Valladolid, 1965), una de las artistas más icónicas del arte contemporáneo actual, la "más importante de su generación", según ha señalado hoy el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, durante la presentación de la exposición que estará abierta hasta el 18 de abril.

La muestra, que ocupa varias plantas del Museo Reina Sofía, incluida una terraza y las bóvedas del centro, ha sido comisariada por Borja-Villel y Teresa Velázquez, y reúne obra de García desde finales de los 90 hasta sus últimos trabajos, aunque la artista no la considera una retrospectiva.

El título, "Segunda vez", da nombre a la pieza nuclear de la muestra, la más reciente y que está interrelacionada con el resto del trabajo para reflexionar sobre estos tres temas centrales, el arte, la política y el psicoanálisis. Se trata de una película y dos pequeños cortometrajes sobre el artista, intelectual y psicoanalista argentino y lacaniano Óscar Massota.

"En el trabajo de Dora García no hay separación entre la ficción y la realidad. Toda su obra es un relato, una narración que implica como mínimo dos personas, por eso es un relato colectivo y lo performativo es importante", ha subrayado el director del Reina Sofía.

Para la comisaria Teresa Velázquez, las prácticas de Dora García atraviesa una pulsión narrativa que permea todo, el texto, la performance, todo, y eso tiene que ver con la idea de los límites difusos que hay en su obra entre lo real y lo imaginario".

La obra de la artista vallisoletana que vive en Bruselas está plagada de referentes, lecturas y libros. Lacan y Joice son los ejes centrales que recorren la obra pero también Kafka, Robert Walser, Ricardo Piglia, Franco Basaglia o Allan Kaprow o Artaud, quien, en opinión de la comisaria, "coincide con los intereses de García por lo marginal, por la vivencia desplazada".

Referentes intelectuales que han marcado la obra de García, algunos como Artaud, con espíritu disidente que es el que marca la obra de la artista, con un discurso contra lo establecido.

Tras la entrada por la frase que da la bienvenida al visitante, "Hay un agujero en lo real", que remite, según la artista, a una parte de nuestra realidad que nunca conseguimos representar a través del discurso ni de la imagen, el espectador va pasando por diferentes salas donde se desarrollan performances con los que la artistas se acerca a los espectadores.

Estas performaces se desarrollarán durante la exposición con la participación del público. "García utiliza la "performace delegada", con la que suspende, en parte, su propia subjetividad, actuando más como directora de cine o teatro que aspira a convertir al espectador en personaje de su dramaturgia, que como performer, y la 'performance duracional' que no requiere una audiencia para realizarse, sino que acontece mientras permanezca abierto el espacio expositivo", explica el Museo.

También en otra sala está reflejada "la idea de fracaso", con "100 obras de arte imposible", un trabajo del 2001, donde plantea la aceptación del fracaso que supone toda obra de arte.

Joyce vuelve también a otra sala donde la narración y el lenguaje en una polifonía de voces son la pieza central de su película "The Joycean Society (La sociedad joyciana, 2013) en torno a Joyce y a las lecturas que hace una comunidad de Zurich, la James Fundation, que se reúne para leer "Finnegans Wake".

La película de García, quien fue la representante oficial de España en la Bienal de Venecia en 2015, está en una sala con una mesa, y sillas alrededor, plagada con libros subrayados y lleno de apuntes, donde los narradores-lectores se convierten en un cuerpo colectivo.