Falló la casta. el ganadero me dice que las fuerzas. y yo insisto en que la casta. la casta mantiene en pie. impide la claudicación.
Justos de casta y justos de fuerza, a los de Puerto de San Lorenzo les faltó transmitir. y sin trasmisión no puede haber emoción.
Emoción que, al menos, se hizo presente en el cuarto, al que el Cid entendió, sacó provecho, templo y llevo despacio. emoción por su aporte estético, de ganas y entrega, de disposición y buen gusto. aportación de el Cid, que presionado por el temor a que se le fuera la temporada reverdeció con su mano izquierda.
Faena no obstante, de dudosa oreja, que le llego tras entera y descabello. En el primero silencio.
Perera dio la cara en el segundo, del que aguanto coladas, aspereza. y con el que tiró de técnica, péndulos y martinetes, para provocar la colocación, hasta cobrar en forma de voltereta, lo que le valió una ovación.
En el quinto, sobrero de Carmen Segovia, Perera, vaqueros de luces, se vino abajo. Despegado, desconfiado, abusando del pico y llevando por fuera al toro, soso aunque manejable, dio la sensación de no estar a gusto. Silencio.
Como silencio en ambos escuchó Daniel Luque, que puso ganas con capote y muleta. Un Luque que no tuvo toros en el sobrero tercero bis de Salvador Domecq, ni en el titular sexto de Puerto de San Lorenzo, que en nada se parecieron a sus hermanos premiados del San Isidro pasado.