El Festival de Cannes inauguró su 68 edición con una película francesa de superhéroes muy alejados de los cánones de Hollywood: hombres y mujeres corrientes que dedican sus vidas a que adolescentes conflictivos no se escurran por los sumideros de la sociedad.
La realizadora Emmanuelle Bercot se ha convertido en la segunda mujer que dirige la cinta inaugural del certamen, lo que no impidió que La Tête Haute fuese acogida con tibieza en su primera proyección.
La presencia de Catherine Deneuve, en un papel de jueza de menores que interpreta con solvencia, inyectó las primeras dosis de glamour a un festival que ha hecho toda una declaración de intenciones al seleccionar esta obra como película de apertura.
Francés -hay cinco trabajos de esa nacionalidad en competición- y dirigido por una mujer, el filme también sirve a los organizadores para ofrecer un retrato del ambiente en que se movieron los hermanos Kouachi y Ahmed Coulibaly, autores de los atentados yihadistas de enero en París, antes de convertirse en terroristas.
La directora explicó que la película "no está ligada" a los atentados, ya que estos se cometieron después del rodaje, pero al mismo tiempo admitió que puede servir para arrojar luz sobre los márgenes del sistema, en los que se mueven adolescentes de familias desestructuradas con tendencia a la agresividad.
"La película habla de la educación, que es fundamental, y de que en los casos de familias que no la pueden dar, es la sociedad quien debe hacerlo. Un niño no es un salvaje, si se convierte en eso es porque no ha tenido la suerte de recibir (una educación)", explicó Becort.
Malony (Rod Paradot) es un adolescente que ya a los seis años comienza un recorrido por centros de acogida a la vista de que su madre soltera e irresponsable no puede hacerse cargo de él.
Pese a la cantidad de tiempo y recursos que el sistema -encarnado en la jueza y en el educador social Yann (Benoit Magimel)- emplea en reconducir su vida, Malony es refractario a cualquier consejo y se convierte en un delincuente habitual, al que a los 17 años, con el final de la película, se le abre una puerta a la esperanza.
Deneuve, que asistió a audiencias en juzgados de menores de París para preparar su papel, tomó allí conciencia de que "son chicos que hablan muy poco, muy cerrados en si mismos y muy agresivos". "Hay mucha gente que se ocupa de ellos y les dedica su tiempo. Pero no se puede salvar a todo el mundo", consideró, resignada, la estrella francesa.
Además de indagar en la personalidad hermética y atormentada de Malony, bien interpretado por el sorprendente debutante Paradot, La tête haute se acerca ante todo a quienes tratan de rescatar al muchacho del vacío, gente movida por la generosidad y la convicción que también cae a menudo en el desaliento.
"¿Cómo le voy a dar esperanza, cuando yo mismo sé que no hay ninguna?", se pregunta en un momento del filme el educador Yann, que mantiene una relación áspera e íntima con Malony.
Retrata la película un sistema que, mal que bien, funciona y que trata de compensar las carencias de la sociedad con la abnegación de sus trabajadores. El último plano, no en vano, es una vista exterior del Juzgado de Menores con la bandera francesa ondeando. "Queríamos rendir homenaje a esos trabajadores en la sombra, y que la película pueda aportar luz inaugurando el festival es un verdadero honor", dijo Bercot.
Ficción con tintes documentales, género en que los directores franceses se mueven con especial soltura -como demostró Laurent Cantet en "La clase", galardonada aquí con la Palma de Oro en 2008-, la obra se beneficia de un buen trabajo actoral, pero se ve lastrada por un guión algo previsible y estereotípico.
Su proyección fuera de concurso como cinta inaugural, muy lejos de las tradicionales superproducciones de Hollwood con que acostumbra a abrir Cannes, marca sin duda la senda de un año que se quiere más europeo y femenino que nunca.