La estadounidense Anne Applebaum disecciona en su última obra los mecanismos que utilizó el poder soviético tras la II Guerra Mundial para intentar controlar todos los aspectos de la vida humana en los países de Europa del Este, una estrategia totalizadora que para la autora "nunca tuvo éxito".
La periodista e historiadora, ganadora en 2004 del Premio Pulitzer por Gulag, una radiografía de los campos de trabajo de Stalin, sostuvo en una entrevista en Londres con Efe que la Unión Soviética mantuvo el control político y económico en los Estados de su órbita pero fracasó en el intento de imponer su sistema moral.
"El término totalitarismo describe exactamente lo que querían ser, su afán por controlarlo todo. La naturaleza de su sistema era dirigir todos los aspectos de la vida cotidiana: la cultura, el arte, los medios de comunicación, el tiempo libre. Todo", explica Applebaum.
En El telón de acero. La destrucción de Europa del Este (Debate), la estadounidense ha rastreado centenares de archivos para presentar un minucioso retrato del impacto que supuso la llegada del Ejército Rojo para los ciudadanos de Varsovia, Budapest o Berlín Oriental.
"Algunos, al este de Polonia por ejemplo, supieron inmediatamente que iba a ser una ocupación, no tuvieron dudas. Otros, en cambio, pensaron que era una liberación. Al fin y al cabo, habían abierto las puertas de Auschwitz", relata Applebaum.
La escritora narra a través de diversas historias individuales cómo las sociedades del que se convertiría en el bloque comunista, devastadas y exhaustas tras la guerra, prefirieron moldearse a las exigencias del nuevo régimen antes que hacerle frente.
Lo primero que hizo el nuevo poder soviético fue establecer una policía secreta que apuntó como objetivos a los líderes políticos, económicos y de la sociedad civil.
"No usaron una violencia masiva, no dispararon contra cientos de personas como los nazis. Usaron una violencia selectiva. Borraron a unas pocas personas significativas y acabaron con el liderazgo en esos países", relató Applebaum en una sala del Instituto Legatum de Londres, el "think tank" liberal en el que dirige un programa de investigación sobre transiciones globales.
"Tomaron las emisoras de radio nada más llegar. Tenían mucha fe en los medios de comunicación masiva. También empezaron a controlar todas las instituciones de lo que hoy llamamos sociedad civil. Querían tomar el control de los grupos de jóvenes, las asociaciones de mujeres y las organizaciones culturales", describe la estadounidense de origen polaco.
Con todo, el mecanismo falló, según la historiadora, en parte porque desde el este de Europa era sencillo asomarse a ver lo que ocurría al otro lado del Telón de Acero, el muro invisible que separaba a ambos bloques y que Winston Churchill levantó en el imaginario colectivo al utilizar ese término en un discurso en 1946.
"Todos esos países estaban demasiado cerca del oeste. La gente tenía familiares y amigos allí. Muy pronto, además, tuvieron acceso a Radio Liberty, la emisora que lanzaba noticias desde el oeste en la lengua de esos países", destacó la escritora.
"Algunos creían en las promesas soviéticas de prosperidad, pero quedó claro muy pronto que no eran creíbles. La otra mitad del continente comenzó a recuperarse mucho más rápido tras la guerra. En 1950, ya había claras diferencias en las economías y la gente no pasó eso por alto", dijo Applebaum.
La estadounidense, que en 2013 ocupó la cátedra Philippe Roman de Historia y Relaciones Internacionales en la London School of Economics, subraya que por esos motivos el sistema soviético "nunca triunfó realmente".
"La meta de ese sistema era transformar la sociedad y convertir a la gente en leales comunistas, en ciudadanos soviéticos. Eso no pasó. El sistema siempre falló, desde el principio, aunque lograron mantener el poder" hasta 1989, afirmó Applebaum.