Doña Angelita, la maestra gallega que inventó el libro electrónico… en 1949
Medio siglo antes de que el primer lector de libros digitales apareciera en el mercado, una maestra desarrolló la llamada 'Enciclopedia Mecánica'
REDACCIÓN
En el año 1993 se publicó el primer libro en formato digital: ‘Del asesinato considerado como una de las bellas artes”, de Thomas de Quincey,
Tres años después, Amazon comienza a vender libros por internet. En 1998 se lanzan los primeros lectores de libros electrónicos: ‘Rocket ebook’ y ‘Softbook’. Y el proyecto ‘Gutenberg’ llega a los mil libros digitalizados.
En 2000 se publican dos novelas que únicamente se podían leer en formato electrónico: ‘Riding Bullet’ de Stephen King y ‘Milagro en el camino’ de Corín Tellado.
En 2002 Random House y HarperCollins empiezan a vender versiones digitales de sus libros.
En 2006 Sony lanza su lector de libros electrónicos. Un año más tarde, aparece el Kindle de Amazon. Ese mismo año en Granada, el emprendedor español Juan González, lanza, desde su empresa Granmata, un dispositivo pionero en España: el Papyre. Y una plataforma de libros digitales con miles de fondos. Le fue bien hasta la llegada del iPad.
Todos fueron pioneros. Aportaron su pequeño gran granito de arena al desarrollo de la Literatura en digital. Pero ninguno de ellos fue el primero.
El primer libro electrónico lo inventó la maestra gallega Ángela Ruiz Robles, en el año 1949. Decir que fue una adelantada a su tiempo, es quedarse corto.
Todo comenzó en el siglo XIX
El 28 de marzo de 1895 el farmacéutico Feliciano Ruiz y su mujer Elena Robles, tienen una hija a la que llaman Ángela. Viven en el municipio leonés de Villamanín sin estrecheces, como corresponde a su buena posición. Con el tiempo, la niña, que tiene inquietudes culturales, marcha a León para estudiar Magisterio en la entonces llamada ‘Escuela Normal de Maestras’.
Ángela obtiene, con sobresaliente, los títulos de Taquigrafía, Mecanografía y Contabilidad Mercantil y, en esa misma escuela llega a impartir clase en estas disciplinas. En diciembre de 1917 ya tiene el título oficial de Maestra Nacional. Un año después obtiene plaza en una aldea cercana a Ferrol, Santa Eugenia de Mandiá donde conoce al que sería su marido, Andrés Grandal, marino mercante. Andrés fallece pronto y Ángela queda viuda con tres hijas.
En el Archivo General de la Administración se conserva documentación que permite seguir su trayectoria profesional como maestra. Sabemos que pasa por diferentes escuelas y que en 1934 asume el cargo de gerente de la Escuela Nacional de Niñas del Hospicio de El Ferrol. Ya es Doña Angelita.
En ese período Ángela realiza una aportación mensual de 50 céntimos a un fondo de ayuda para las familias de los maestros encarcelados a raíz del levantamiento obrero de 1934 conocido como ‘Revolución de Asturias’. Un levantamiento duramente reprimido por el gobierno republicano de Alejandro Lerroux, con el resultado de unos 2.000 muertos y entre 15.000 y 30.000 detenidos. La Comisión Depuradora del Magisterio de La Coruña abrió expediente disciplinario y acusó a Ángela de varios cargos.
Tuvo que presentar testimonios de vecinos, alumnos y sus padres, el párroco del municipio y otras personas, para demostrar que su comportamiento era ajustado a la ley y a la moral, tanto a nivel profesional como personal. El expediente se archivó en 1941.
Maestra, empresaria, escritora… e inventora
Ángela compatibilizó su trabajo como maestra con la puesta en marcha y dirección de una academia para adultos, a la que llamó ‘Elmaca’ uniendo las iniciales de los nombres de sus tres hijas. También fue escritora y llegó a publicar 16 libros de texto sobre diferentes disciplina, entre ellas historia, geografía y ortografía.
Y aún tuvo tiempo para inventar diversos artilugios que hicieran más fácil la vida de sus alumnos.
Fue mucho más que una maestra. Contempló la docencia como algo más que una mera transmisión de conocimientos, cuestionó las herramientas que se utilizaban y buscó mejorarlas para facilitar el aprendizaje a sus alumnos. Eso era algo que ni al más sagaz de sus contemporáneos se le pasó por la cabeza.
Ángela puso toda su creatividad e ingenio, que eran muchos, a trabajar con el objetivo de ponérselo fácil a los niños para mejorar su aprendizaje. Buscó constantemente la manera en que sus clases fueran más prácticas e, incluso, interactivas. Así fue como inventó el libro electrónico.
Si hubiera podido viajar cien años hacia adelante en el tiempo, Doña Angelita hubiera encajado perfectamente.
El primer 'libro electrónico'
Entre 1938 y 1964, Ángela escribió una obra en la que describe un sistema que permitía escribir y leer taquigrafía más rápidamente gracias a una máquina.
En 1949 presentó una solicitud de patentes para un ‘Procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para la lectura de libros’. Era un ingenio mecánico de fácil uso y poco peso que se manejaba mediante un sistema de pulsadores. Las lecciones estaban escritas con tinta luminiscente para permitir su lectura en la oscuridad. Se manejaba mediante un sistema de pulsadores que funcionarían, a modo semejante de los modernos hipervínculos.
Era un increíble avance que Doña Angelita perfeccionó. En 1962 presentó la solicitud de la patente de un “aparato para lecturas y ejercicios”. También se llamó ‘Enciclopedia Mecánica’ y tenía una apariencia semejante a la de un libro tradicional. Era ligero, manejable y más cómodo de utilizar que el anterior ingenio. El objetivo era que el alumno pudiera prescindir de todo los demás y fuera al colegio únicamente con este dispositivo.
Para facilitar el uso, Ángela eliminó en este modelo el sistema de pulsadores. En su lugar estableció un sistema de tiras de papel dispuestas en rollos que se podían cambiar según la materia que se impartiera en cada momento. Este sistema permitía, además, actualizar el contenido de la asignatura muy fácilmente. La ‘Enciclopedia Mecánica’ recogía todo lo que un profesor debía impartir en el aula. Incluso incorporaba partes en las que se podía dibujar, escribir y borrar.
Doña Ángela tuvo en cuenta hacerlo atractivo para los alumnos e incluso lo presentó como un ‘’juguete educativo’. Las materias se presentaban con dibujos y en un formato muy lúdico.
El ‘libro electrónico’ de Doña Ángela no sólo fue el primer intento de adaptar los materiales para facilitar la enseñanza. Fue también el primero que tuvo en cuenta a los alumnos con necesidades especiales y era accesible para niños con problemas de visión o invidentes. Podía incorporar cristales de aumento e , incluso, graduarlos si era necesario, así como un sistema de reproducción de sonido.
Si se hubiera llevado a la práctica el invento de Doña Ángela, los niños españoles hubieran sido los primeros del mundo en estudiar con un ‘libro electrónico’. Pero, a pesar de los esfuerzos de la inventora, nunca llegó a las aulas por falta de financiación.
Ella nunca cejó en su empeño. Pasó los últimos años de vida en Madrid en busca de más oportunidades para fabricar el libro, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.
En 1971 el Instituto Técnico de Especialistas en Mecánica Aplicada recuperó la idea e intentó fabricar 10.000 unidades. Pero, de nuevo, no se encontró el dinero para hacerlo.
Sí se llegó a fabricar un único ejemplar. Puede verse actualmente en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT) de La Coruña. Da fe del ingenio y la brillantez de una mujer que se adelantó a su tiempo.