Las escrituras autógrafas de Miguel de Cervantes revelan mucho más que su caligrafía: muestran su formación, sus aspiraciones y hasta la evolución de su apellido. Cervantes escribía en letra bastarda, un tipo de grafía utilizada por personas con estudios y posición administrativa. Frente a ella, la población común empleaba la letra redonda o redondilla, más sencilla y popular.
En los documentos conservados se aprecia también su firma, donde aparece con claridad el “Cervantes” que él mismo utilizaba, incluso en escritos tan significativos como cuando solicitó empleo o pidió permiso para publicar la primera parte del Quijote.
Hoy, gracias a la conservación y a la reproducción digital, podemos observar una docena de estos manuscritos originales que permiten conocer de primera mano cómo escribía el autor más universal de nuestras letras.