La leyenda de la princesa de Éboli: la mujer que desafió al poder de Felipe II

En la localidad de Pastrana, la historia aguarda un misterio de una de las figuras del Siglo de Oro español: Ana de Mendoza de la Cerda, la princesa de Éboli. Su vida estuvo marcada por el poder, la intriga y un final trágico que la convirtió en leyenda.

Todo comenzó cuando Felipe II decidió encarcelarla en su propio palacio. La princesa, lejos de resignarse, escribió numerosas cartas al monarca suplicando clemencia. Ninguna recibió respuesta.

Finalmente, por orden directa del rey, fue detenida junto a Antonio Pérez, secretario real, acusados ambos del asesinato de Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria. Mientras Pérez fue sometido a juicio, la princesa nunca llegó a ser juzgada.

Primero fue confinada en la , donde su salud empeoró rápidamente. Más tarde fue trasladada al castillo de Santorcaz, donde las condiciones mejoraron levemente, aunque su estado empeoraba. Finalmente, Felipe II ordenó su traslado a Pastrana, donde vivió los últimos años de su vida bajo constante vigilancia.

Durante un tiempo, su cautiverio fue relativamente suave, pero pronto se endureció. El rey ordeno que permaneciera encerrada en su habitación durante dos años, sin más compañía que sus recuerdos y sus pensamientos. Allí, en 1592, murió la princesa de Éboli, tras cuatro años de encierro.

La plaza donde se encontraba su residencia se conoce hoy como la Plaza de la Hora, llamada así por la leyenda que cuenta que solo se le permitía asomarse una hora al día para tomar el sol. Todavía pueden verse las ventanas con las rejas que la separaban del exterior.