El Atlético de Madrid multiplicó sus opciones de clasificación en el grupo B de la Liga Europa con un triunfo en el campo del Rosenborg, al que superó con un sufrimiento inesperado, sobre todo en la segunda parte, gracias a un golazo de Tiago Mendes y a las paradas del portero David de Gea.
No hizo un partido nada brillante el equipo rojiblanco, incluso estuvo contra las cuerdas durante un tramo de la segunda mitad, pero salió del estadio Lerkendal de Trondheim, un campo inaccesible esta temporada, en el que los locales no habían perdido ninguno de sus 19 encuentros anteriores de este curso, con una victoria fundamental.
El actual campeón de la Liga Europa ya tiene el billete para los dieciseisavos de final del torneo a sólo un paso, ya que un triunfo en la próxima jornada ante el Aris de Salónica en el Vicente Calderón sería definitivo para su presencia en la siguiente ronda de la competición, tras sumar hoy los tres puntos en Trondheim.
Allí, el Atlético completó una primera parte aceptable, pero protagonizó un segundo tiempo decepcionante, en el que dio vida al Rosenborg, al que le bastó con su ímpetu y unos cuantos balones colgados al área para crear el caos en el equipo madrileño, dominador más o menos cómodo del choque hasta la reanudación.
También había mandado hasta ese momento en el marcador, desde el minuto 4, cuando firmó el 0-1, en una jugada iniciada con un excelente cambio de juego de Raúl García, continuada con un preciso control del portugués Simao Sabrosa y culminada, sin oposición en el borde del área pequeña, por el argentino Sergio 'Kun' Agüero.
La llegada tan pronto del gol alivió la necesidad del equipo rojiblanco, que tuvo algunas ocasiones más en la primera mitad, dos de ellas clarísimas en las botas del portugués Tiago Mendes y del brasileño Diego Costa, y que caminó hacia el descanso con mínimos sobresaltos por unos cuantos remates fallidos del conjunto noruego.
El Rosenborg proponía ganas e intensidad, pero tropezaba una y otra vez en sus propias limitaciones técnicas cada vez que se acercaba al área de David De Gea, tranquilo hasta el inicio de la segunda mitad, que transformó un panorama prometedor en una inquietud constante, en una sucesión de oportunidades locales.
El Atlético jugaba al filo del empate. Y lo sufrió en el minuto 52 en una acción del clásico fútbol directo: un balón largo, un rechace, una segunda jugada, un pase a uno de los costados de Steffen Iversen y un disparo raso de Henriksen, que encontró el hueco entre las piernas del portero atlético para convertir el 1-1.
Mal síntoma para el equipo madrileño, desaparecido del terreno de juego, cada vez más cerca de su portería y, al mismo tiempo, mucho más nervioso ante los centros al área de su contrincante, en unos momentos muy delicados y solventados por las paradas de De Gea, sobre todo con una estirada magnífica a un cabezazo de Iversen.
El Atlético sobrevivió a esos minutos, también porque el delantero noruego desperdició una ocasión inmejorable a dos metros de la línea de gol, pero ya no se encontró cómodo en el encuentro, en el que era prácticamente incapaz de conservar el balón más de un par de toques y de generar oportunidades sobre la meta de Orlund, salvo en una acción individual de Diego Costa.
Quique Sánchez Flores, entrenador rojiblanco, movió el banquillo, dio entrada al uruguayo Diego Forlán y a Mario Suárez en lugar de Kun Agüero y Paulo Assuncao, pero el equipo madrileño mantenía sus dificultades ofensivas y no encontraba el ritmo de un duelo ya mucho más exigente para el conjunto español que en todo el primer tiempo.
No parecía capaz el Atlético de ganar el encuentro, cuando Tiago tomó el balón, condujo la pelota, dejó atrás a un par de oponentes y sorprendió al guardameta rival con un buen disparo desde fuera del área. Un golazo, quizá un premio excesivo para los méritos del equipo rojiblanco, pero definitivo para una victoria importante.