La selección española cerró su participación en la primera fase del Mundial, en Esmirna (Turquía), con una clara victoria sobre Canadá (89-67), que si bien no aleja totalmente los fantasmas del mal juego, al menos los espanta temporalmente con los octavos de final como nueva prueba.
La selección española volvió a sufrir con las rotaciones. No se puede jugar con cinco jugadores y hay que hacer cambios; pero cuando se completa el círculo y vuelven a estar los titulares, el marcador es apretado y se ha dilapidado la ventaja conseguida inicialmente. Del 14-2 del minuto 5 al 34-29 del 13.30, en que se completó la rotación.
También es verdad que cuando se acostumbra uno al jamón de Jabugo, las tortillas francesas y de un huevo parecen poca cosa. Y el equipo español está acostumbrado a jugar por títulos y a ganarlos, por lo que sufrir ante el último de grupo que no ha ganado a nadie, Canadá, resulta insípido.
La defensa española volvió a ser eficiente, trabajada, presionante y, por momentos, asfixiante para el rival; pero el ataque sigue sin fluir correctamente. La cuestión es si los sistemas dejan demasiado encorsetado al equipo o es que no hay chispa para salirse de los sistemas.
Si entran un par de triples todo parece funcionar mejor; si se fallan comienzan las dudas y se cae en picado en el marcador. Demasiada falta de confianza.
Con Juan Carlos Navarro ausente por sus problemas en la espalda, Rudy Fernández se convirtió en la mayor amenaza para el aro canadiense. Suya fue la última canasta en contraataque que permitió a la selección irse al descanso con una ventaja de 42-37 en el marcador.
Antes, 28-17 en el primer cuarto con 3 de 5 triples. En los segundos diez minutos 2 de 8 en tiros de tres. Esa es la diferencia: la confianza.
Canadá, como ha hecho durante todo el campeonato comenzó bien, pero fue de más a menos. En la segunda parte se hundió definitivamente, por lo que no hubo que volver a cerrar la rotación y los menos habituales pudieron de disfruta de más minutos de juego, aunque fueran los denominados de la basura, los que se juegan cuando el partido ya está decidido.
La selección española hizo lo que tenía que hacer, ganar. Aunque lo hizo sin brillantez, con cierto oficio y con una buena defensa, pero sin enamorar a nadie y sin dar sensación de que se ha recuperado totalmente, sólo de que está un poco mejor, aunque no parece suficiente para optar a todo.