En el minuto 90, Jaden Slory marcó de penalti el gol de la derrota del Atlético de Madrid de Fernando Torres frente al Feyenoord de Robin van Persie; un duelo de leyendas, ahora en el banquillo, que se adjudicó con remontada el conjunto neerlandés, con dos penas máximas imprudentes del conjunto rojiblanco (1-2).
El Feyenoord se va en el liderato. Suma seis puntos, con dos triunfos. Lo sigue el Atlético, ya tres puntos por detrás. Perdió el encuentro por dos infracciones dentro del área en el segundo tiempo, tras haberse adelantado por medio de Adrián Niño, también de penalti, en el minuto 42.
No fue suficiente esta vez el gol de Niño, ya convocado por el primer equipo en el pasado derbi contra el Real Madrid y que mantiene su racha en la Liga de Campeones juvenil: once goles ya en diez encuentros dentro de esa competición, en la que sólo se quedó sin marcar en una ocasión, en la eliminación de la pasada campaña en cuartos de final contra el Milan.
En cada uno de sus demás duelos ha anotado algún tanto, como ocurrió también esta temporada en la primera cita, con las dos dianas en el triunfo ante el Lazio, y en la segunda de este miércoles en el Centro Deportivo de Alcalá de Henares, cuando un penalti sobre Salim El Jebari supuso la oportunidad desde el punto de penalti para Niño. No falló.
El 1-0 en el minuto 42 puso por delante al Atlético, que dispuso de ocasiones para agrandar la diferencia en el inicio del segundo tiempo. Sólo fueron un par de ráfagas. Después, recibió el 1-1, por un imprudente penalti de Diego Rosado. Antoni Milambo aprovechó la pena máxima para establecer en el marcador, en el minuto 68, la igualdad que había en el campo.
Aún pudieron deshacerla Adrián Niño, con un lanzamiento de falta directa fuera por unos centímetros; Belid, con un remate dentro del área que repelió el portero del Feyenoord Ismail Ka con una gran parada; e Iker Luque, con un tiro también despejado por el guardameta, pero lo hizo el Feyenoord, con el penalti cometido por Díaz por un tropezón. Lo transformó Slory en el 1-2. Y lo adivinó Esquivel. No logró pararlo.