Tendemos a pensar que la vida de los grandes artistas ha estado llena de éxitos. Pues de eso nada, monada. En este bonito edificio el gran Benito Pérez Galdós tuvo una pequeña editorial. No se volvió loco buscando un nombre. La llamó Obras de Pérez Galdós. Las cosas sencillitas, di que sí, Benito.
A esas alturas de su vida, don Benito llevaba treinta años escribiendo. Era ya un tipo consagrado, pero tenía problemas con uno de sus editores. Y pensó que sería bueno quitarse intermediarios y vender los libros directamente. La gestión fue tirando a regular. Hizo grandes tiradas y dejó los libros en depósito a las librerías, confiando en la voluntad de los libreros.
Cuando se quiso dar cuenta, tuvo que cerrar. Se encontró con 60.000 ejemplares de sus libros sin vender y otro montón sin cobrar. Los que habéis hecho mudanza ya sabéis lo pesan los libros, ¿verdad?