Ciudad dentro de la ciudad, morada de famosos. La muerte los une en la Almudena. Toreros como el Yiyo junto a alcaldes como Tierno Galván.
Curioso pensar en la proximidad final de quienes tanto separó la vida. Los caídos de la Division Azul, con Pablo Iglesias, la Pasionaria y la Legión Condor cerca de Nicolás Salmerón que dejo el gobierno por no firmar una pena de muerte.
Caminamos por la Sacramental de San Justo, otro de los bellos ejemplos de cementerios en Madrid para toparnos con el pabellón de escritores. Larra y Espronceda reposan aquí.
También lo hacen Nuñez de Arce junto a Rosales en uno de los escasos monumentos que responden al ideal romantico de recordar a los muertos.
Encontramos casos curiosos como el de Cervantes. Podemos ver su lápida en las Trinitarias, pero solo marca el lugar donde descansó porque el autor del Quijote está perdido.
Famosa fue la búsqueda de Velázquez en la plaza de Ramales: no hay huesos., solo estatua. De Quevedo tenemos calle, plaza, estatua, pero no tumba. Con Calderón tres cuartos de lo mismo.
El tiempo o la falta de pago hizo que cayeran en la fosa comun, aunque sin duda no en el olvido. Porque como dice el himno, la muerte no es el final.
El pabellón de hombres ilustres en Atocha, un sarcófago yermo y umbrío donde solo los restos de Canalejas nos aguardan junto a los bellos monumentos de otros que no quisieron descansar aquí.