Román apuesta y roza la tragedia en la 27ª de San Isidro

El fin de semana en Las Ventas quedó empañado con el percance sufrido ayer por Román. Un serio y fiero toro de Baltasar Ibán quiso adueñarse del ruedo desde que salió. Un trauma para los de luces en banderillas. Un castaño indómito que hubo de enfrentarse con el bravo torero valenciano, que entró en la corrida sustituyendo a Emilio de Justo, convaleciente y con la clavícula rota por una cogida en Cáceres. Una fatal casualidad. Le brindó el toro a él y se enfrontiló para captar la atención de los tendidos.

El animal era un tren sin nadie al volante. Soltaba la cara en cada embestida y le molestaba casi hasta respirar. A Román le dio igual. Allí puso su muleta y trató de ligar y componer la figura. Una tarea imposible para el común de los mortales. Solo un héroe sería capaz de obtener algo eminentemente artístico ante semejante torrente de peligro. Román es ese héroe, que se recupera en la cama tras la cornada que le pegó el toro en el muslo derecho.

Fue en el momento de la estocada cuando sobrevino la cogida. El valenciano se tiró a matarlo por derecho y enterró la espada hasta los gavilanes. Al mismo tiempo, el toro enterró también su astifino pitón derecho en el muslo del torero. Hasta cinco segundos permaneció colgado del cuerno, que salió del muslo teñido de rojo hasta la misma mazorca. En el suelo, Román palidecía a la misma velocidad que el tremendo boquete de su muslo manaba sangre como un grifo abierto.

El camino a la enfermería, en brazos de sus compañeros, se hizo eterno. Desde los bajos del 7 hasta la entrada por el patio de cuadrillas, un reguero de sangre del torero estremecía aún más el ambiente. El silencio se apoderó de los tendidos mientras el Ibán caía. La gente se levantó para pedir una de las orejas con más sentimiento y rabia que se pueden solicitar. Una oreja de ley que le fue llevada al quirófano.

La feria de Román ha sido de muy alta nota. Con el sobrero de Torrealta hizo un esfuerzo el primer día; sacó su concepto más vertical y cadencioso la tarde de los adolfos con un puntazo en el glúteo y mostró verdad y ambición con el único toro de Baltasar Ibán que lidió. En total, dos orejas, dos cornadas y el respeto y el reconocimiento de Madrid y de todo el toreo, que aguarda esperanzado a que el torero se recupere y pueda volver a vestirse de luces.

Tras el percance, se vio la faena más lucida del fin de semana. La brindó Curro Díaz a Román, dejando la montera a las puertas de la enfermería, en un gesto tan torero como angustioso en el momento, y es que la plaza continuaba sobrecogida y muchos eran los que se ponían en lo peor. El primero en sobreponerse fue el torero de Linares, que con gusto y empaque cuajó tres tandas soberbias por el pitón derecho. Lo estoqueó con eficacia y paseó una oreja que le reconcilia con Las Ventas.

El sábado salieron a hombros Pablo Hermoso de Mendoza y Lea Vicens en su inexplicable e inoportuno mano a mano equino. El navarro puso el toreo y la francesa no se sabe bien qué hizo para cruzar en volandas la plaza. El rejoneo es un universo paralelo y una lucha perdida en busca de la justicia. Lidiaron una brava corrida de la familia del Niño de la Capea.

El viernes, la bravura no acudió a la plaza. Enésima corrida vulgar de Alcurrucén en Madrid. Esta vez no saltó ningún toro con el espíritu del 92:48. Uno de esos Malagueños, Licenciados y Barberillos que se disfrazaron de Sergio Ramos para salvar el honor y el prestigio de los Núñez. Ni un clavo al que agarrarse esta vez. Lució con la corrida Diego Urdiales, que supo esperar y buscar el fondo de un toro que todo lo pidió por el pitón izquierdo. El único animal con posibilidades fue el primero, un manso de flagrante acometividad. Antonio Ferrera no se fajó con él y solo obtuvo algún muletazo estimable. La ovación se la llevó el colorado.

La feria entra en su última semana con una corrida de relleno y de escaso interés para el gran público. Toros de El Ventorillo para Eugenio de Mora, Sebastián Ritter y Francisco José Espada.

Julio Martínez

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