Cuatro nuevas víctimas acusan de abusos sexuales a Briñas

  • Dos de los afectados le definen como "un depredador"
Manuel Briñas
Manuel Briñas

Ya son cinco las víctimas que aseguran haber sufrido abusos sexuales, cuando tenían entre 10 y 14 años, por parte de Manuel Briñas.

El diario El País desvela otros cuatro testimonios de víctimas por parte del fraile marianista que dirigió dos décadas la escuela deportiva del Atlético de Madrid. Briñas, que tiene 88 años, ha admitido un solo abuso, pero los nuevos casos contradicen su versión de que no hubo más.

“Los masajes con la lámpara roja daban miedo”

“Era un secreto a voces”, “todo pasaba en la enfermería”, “los masajes con la lámpara roja daban miedo”, “lo raro es que no haya salido antes”... son las versiones de los denunciantes a El País de lo ocurrido durante los 70 y los 80 en el Colegio Hermanos Amorós de Madrid y los campamentos que Briñas organizaba cada verano en la sierra de Gredos.

“Yo también fui agredido por ese depredador sexual”, cuenta A.O.F., doctor en Bioquímica y profesor universitario nacido en 1971.

“De mí abusó una sola vez. Pero me ha marcado para siempre. Briñas rompió en mí algo que nunca pude volver a unir. Me pasó con 11 o 12 años en el colegio. Yo jugaba a balonmano y me lesioné el hombro. Cuando volvía al vestuario, dijo que me daría un masaje", señala.

"Tardé tiempo en entender que había eyaculado encima de mí”

"Me hizo quedar en calzoncillos. Me acarició por todas partes y, tras unos minutos, dijo: ‘Ahora vas a notar una crema caliente que te irá bien’. Yo no podía ver nada, no me dejaba mover la cabeza. Tardé tiempo en entender que había eyaculado encima de mí”. Este caso se produjo unos 10 años después del primero publicado por el periódico El País.

Los testimonios sitúan los abusos en dos escenarios principales. Uno era el vestuario del colegio, en una especie de anexo “en el que daba los masajes”.

“Tenía una máquina de calor a la que llamábamos la lámpara roja. Cuando la mencionábamos, ya sabíamos de qué iba la cosa”, recuerda un denunciante.

El otro lugar era la llamada “enfermería”, la tienda de campaña en la que los “niños que se ponían enfermos dormían en los campamentos de verano en Gredos”.

"Me desperté con él metiéndome mano”

B. es otra de las personas que ha denunciado su caso a El País: “Un día que me pusieron la antitetánica, él dijo que me quedara a dormir en la enfermería. Como yo ya había oído cosas, me puse el bañador y me lo até con muchos nudos. Pero me desperté con él metiéndome mano”, que sitúa los hechos “en 1982 o 1983”.

La mala experiencia de Á. con Briñas se produce dos o tres años más tarde: “Estuve mal del estómago y me mandaron dormir en la enfermería. Estaba solo en la tienda, pero él se metió por la noche. Me dijo: ‘A ver cómo va esa tripa’ y empezó a acariciarme la barriga. Luego bajó al pubis a manosearme”.

"Sufrí el ataque de ese depredador”

Aproximadamente en ese mismo año, C. sufrió “el ataque de ese depredador”. En esta ocasión ocurrió “en la furgoneta”. “Íbamos dos niños y le dijo al otro: ‘Tú, a dormir’. Paró el coche, vino detrás y me empezó a acariciar las piernas hasta masturbarme”, recuerda. C.

La Compañía de María ha anunciado la apertura de una investigación para lograr “el total esclarecimiento” de los hechos. En un comunicado, la orden pide “perdón a la persona [el primer denunciante] que sufrió los abusos”.

“Aunque sabemos que nada podrá borrar lo ocurrido, queremos encontrarnos con ella, escucharla”, sigue la nota a la que ha tenido acceso el diario madrileño.

"Les exigí que mi hijo nunca se quedara a solas con él”

Una de las víctimas hizo saber hace cinco años lo ocurrido a los actuales organizadores de los campamentos, de los que Briñas se ha ido desvinculando en los últimos años por la edad: “Lo hice cuando me enteré que seguía visitándoles. Les exigí que mi hijo nunca se quedara a solas con él”.

En la carta que les remitió, esta persona suscribe “que hace años [Briñas] tuvo prácticas de abusos deshonestos hacia niños”.

José Luis Álvarez, responsable de los campamentos, admite el aviso, pero asegura que “no tuvo consecuencias”. “Nos sorprendió porque no habíamos oído nunca nada, pero no observamos nada extraño”, ha señalado a El País.