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“Días, meses, años… La vida transcurre de una manera rutinaria, como si viviéramos pasando las páginas de un guion sin dejarnos respirar, para poder cambiar el plan del día siguiente. Hasta que un imprevisto lo cambia todo y detiene hasta el tiempo”.

Así ha presentado Florentino Fernández a Daniela, la protagonista de una historia de superación que Vidas de cine ha grabado en la madrileña localidad de Zarzalejo.

“Uno nunca sabe lo que puede pasar. Hay que aprovechar el momento”

“Uno nunca sabe lo que puede pasar. Hay que aprovechar el momento”, dice la propia Daniela. Unas palabras que se han convertido en su lema de vida y que bien podrían ser el resumen de esta historia.

¿A qué se debe esta actitud de Daniela? Para conocer los motivos tenemos que remontarnos al 12 de noviembre de 2015. Un día que comenzó como otro cualquiera, con nuestra protagonista junto a sus hermanos listos para coger el autobús camino del colegio.

Pero en ocasiones la vida cotidiana se detiene y el azar nos asalta de improviso y sin piedad. Eso es precisamente lo que le ocurrió a Daniela.

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“Estaba comiendo y noté un dolor muy fuerte en mi cabeza. Pero muy fuerte. Lo suficientemente fuerte y raro como para que yo, en ese mismo momento, supiese que me pasaba algo y avisar a la gente para que fuera a avisar a la profesora”, recuerda Daniela.

Daniela no paraba de repetir ‘au’ porque le dolía mucho la cabeza. Cuando llegaron las profesoras y le preguntaron que cómo se llamaba, solo podía decir ‘au’. Nada más que eso, ninguna otra palabra.

Cuando se intentó levantar notó que el lado derecho del cuerpo no lo sentía. Su amiga Laura cuenta que se la llevaron “en una silla de ruedas medio colgando”.

En el Hospital de Alcorcón les dijeron a sus padres que su hija había sufrido una hemorragia cerebral masiva. Tras operarle y hacerle numerosas pruebas, los neurólogos les dijeron que era posible que Daniela no pudiera volver a tener movilidad.

“Cuando salimos a finales de diciembre del hospital salimos con el peor de los pronósticos”, cuenta Susana, su madre. “Nos dijeron que invirtiéramos en una buena silla eléctrica, que era lo mejor que podíamos hacer por ella”.

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Daniela tenía que vivir y enfrentarse a una nueva vida. Esta fue una etapa muy dura para ella, ya que no terminaba de aceptar lo que le había ocurrido: discutía, se enfadaba, gritaba, insultaba… Se rebelaba contra lo que le había pasado.

Para ayudarla, y por mucho que le doliera en el corazón, su madre la puso delante del espejo, le intentó hacer ver la realidad en la que se encontraba. “Lo único que podía hacer era hacerle entender que estaba sola”.

“¿Los ves? Ellos se mueven y caminan. Tú no”

“Un día me dijo que no quería ni levantarse de la cama porque prefería morirse a seguir así”, recuerda su madre. “Llamé a sus hermanos, nos pusimos todos delante de la cama y les dije que movieran los brazos y las piernas. ‘¿Los ves? Ellos se mueven y caminan. Tú no’”.

Y es que Daniela era la única que podía tirar de ella misma. La única que podía luchar para revertir las circunstancias en las que se encontraba. “Levanta el culete de la cama y lucha por ti, porque nadie más lo va a hacer”.

Durante los siguientes días, por la noche se escuchaba a Daniela llorar, pero su madre les había prohibido a sus hermanos que se acercaran a su habitación. Tampoco comía ni quería ir al baño.

“Sí que se puede recuperar”

Hasta que un día pidió ayuda para subirse a la silla de ruedas. A partir de ahí, un día se dieron cuenta de que podía ponerse sobre una pierna mientras se apoyaba con la otra sobre una muleta.

“Sí que se puede recuperar”, cuenta emocionada Susana. “La fuerza de voluntad, tu propia esencia y tus ganas de tirar para adelante son lo que marca la diferencia”.

La historia de Daniela es la historia del amor que ha recibido por parte de su familia, que tuvo que ser más dura que las propias adversidades de la vida.