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En la segunda sesión del juicio contra el acusado de violar y matar a la niña Laia, de 13 años, en junio de 2018 en Vilanova i la Geltrú, ha prestado declaración la familia. La madre ha increpado al acusado al terminar de prestar testimonio y se ha encarado con él, quien durante horas ha asistido impasible al desgarrador relato de los familiares de la víctima: "Espero que el miedo no te deje vivir nunca más".

Así se lo ha espetado al terminar su declaración en la segunda sesión del juicio contra Juan Francisco L.O., de 45 años, que arrancó este lunes en la Audiencia de Barcelona con jurado popular y en el que la Fiscalía pide prisión permanente revisable por asesinato con alevosía y ensañamiento en el contexto de un delito contra la libertad sexual, y 10 años de cárcel por agresión sexual a menor de 16 años.

"Espero que el miedo no te deje vivir nunca más en la vida. Que vivas muchos años, pero con mucho miedo, el mismo miedo que pasó mi hija en tu casa a oscuras. Tu olor, tu peso... morirse es muy malo, pero morirse contigo encima, oliéndote y con tu peso, a oscuras, es peor", ha exclamado la madre de Laia antes de separarse del micrófono, lo que le ha valido una reprimenda del magistrado presidente de la sala.

Laia, una niña feliz a la que le gustaba la vida

Poco antes, el juez ya había censurado al padre de la menor por reprochar a la abogada de la defensa que le transmitiera su pésame ante el jurado y no durante la instrucción del caso, que se remonta a la tarde del 4 de junio de 2018, cuando el asesino confeso interceptó por las escaleras del vecindario a la niña y la asfixió y apuñaló tras agredirla sexualmente, según la tesis fiscal.

Ambos padres han explicado que Laia era una niña feliz y obediente -"le gustaba el mundo, le gustaba la vida"-, con un leve grado de autismo y a la que no le gustaba la oscuridad ni tampoco esconderse, tratando de desmontar de esta forma la versión del acusado de que la menor se coló por iniciativa propia en su casa, lo que habría motivado que la confundiera con un ladrón.

"En ningún momento se me pasó por la cabeza que la niña estuviera escondida. Lo primero que pensé es que se había ido para casa", ha señalado el padre, quien ha aseverado que la escalera de los abuelos, en cuyo domicilio vivió más de 20 años, "no es de compadreo", por lo que no acuden los unos a casa de los otros.

También han declarado los tíos de la menor, quienes hallaron su cadáver semidesnudo, encajado en una maleta, con una correa de perro alrededor del cuello y debajo de un colchón en el domicilio del acusado, en el que irrumpieron tras detectar un comportamiento "sospechoso" en el procesado.

Absoluta indiferencia

Tal como han relatado, la primera vez que llamaron al piso de Juan Francisco, este abrió con una toalla en la cintura y les dijo que se acababa de duchar y que allí no había nadie, pero no se prestó a colaborar en la búsqueda como el resto de vecinos, sino que reaccionó, han asegurado, "sereno", con "absoluta indiferencia" y "sin empatía".

"Estaba intranquilo, me quedé con la sensación de que escondía alguna cosa", ha indicado uno de los dos para argumentar por qué acudieron una segunda vez a la vivienda.

Fue entonces, han continuado, cuando el acusado, que tenía la puerta de casa cerrada con llave, "empezó a decir incongruencias y respuestas contradictorias": "Nos dijo que teníamos que esperar a que viniese su madre, lo que era totalmente inverosímil porque estaba moribunda, y entonces dijo que tenía drogas en casa y no quería líos con la policía".

Ni bebido ni drogado

"Su afán era quitarnos de encima lo antes posible. Intentó poner todas las excusas que se le ocurrían", ha subrayado el familiar. Como no se creyeron lo que les contaba, decidieron entrar en la casa, hasta que uno de ellos halló el cuerpo de la menor debajo de un colchón sobre el que había todo tipo de objetos en una habitación "revuelta" y cuya pared estaba manchada de sangre.

"Me puse a gritarle (al acusado) y se tiró al suelo como un niño pequeño diciendo que él no había sido", ha recordado.

A lo largo de la sesión han testificado también allegados de la víctima que ayudaron en la búsqueda, y uno de ellos, que acompañó a los tíos cuando entraron en casa del procesado, ha contado que el interior del piso, cuyo suelo estaba mojado, "olía a rancio y a lejía".

Todos los que vieron al acusado ese día han coincidido además en que no tenía apariencia de ir ni bebido ni drogado: "Estaba perfectamente consciente", ha afirmado uno de ellos, al tiempo que otro ha apuntado que "no tenía los ojos dilatados".