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En Ciudadanos continúa la marejada entre Manuel Valls y los de Albert Rivera. El apoyo del primero para investir alcaldesa de Barcelona a Ada Colau ha provocado la ruptura. Ciudadanos tendrá grupo municipal propio en el Ayuntamiento de Barcelona. Uno de sus fichajes estrella, el exsocialista Celestino Corbacho, podría dejar también al ex primer ministro francés y posicionarse del lado de la formación naranja.

"Es un político de altura, con el que mantenemos una excelente relación. Es una persona independiente. Tanto de la plataforma de Valls como de nuestro partido, estamos esperando que tome su decisión", ha señalado el líder de Ciudadanos en Cataluña, Carlos Carrizosa, apuntando a que la formación de Albert Rivera estaría "encantada" de que Corbacho se integrara en el grupo municipal 'naranja'.

Carrizosa subrayó que se hizo alcaldesa a Ada Colau con "la cesión de tres votos de forma absolutamente gratuita" y desde el inicio de las negociaciones de forma unilateral y autónoma por parte de Manuel Valls sin ni siquiera informar a la dirección de Ciudadanos, con quien formó la plataforma con la que concurrió a las elecciones. Fue "un absoluto error", subrayó, como ha demostrado la propia Colau al colocar el lazo amarillo en la fachada del Ayuntamiento y hablar inmediatamente con el presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, coincidiendo con él en el argumentario sobre la situación de los líderes independentistas presos.

Los de Rivera ya han registrado su grupo propio en el Consistorio de la Ciudad Condal, de momento con sus tres concejales. Valls se quedaría con dos, el mínimo para formar grupo propio.

Este divorcio dejaría vía libre al ex ministro francés para crear un partido, que estaría organizando el presidente de Sociedad Civil Catalana, José Ramón Bosch. Un partido anti-independista que sería presentado en sociedad antes de la Diada. Valls de momento guarda silencio.

Las continuas críticas y amenazas de Valls y Macron a Rivera, por su decisión de formar gobiernos con PP y Vox hicieron mella, en un divorcio cuya mecha habría prendido el 10 de febrero, cuando Rivera obligó a Valls a asistir a la manifestación de Colón.