Rendimos homenaje a Alardo Prat, quien escribió en 1930 'Tres días con los endemoniados', donde narraba sus terroríficas experiencias en las entrañas de las rocas del Maestrazgo de Castellón. Allí acudían las gentes, al pequeño santuario de La Balma, buscando desesperado alivio a supuestas posesiones diabólicas. Las caspolinas o brujas hechiceras celebraban siniestros rituales con los que se extraían los demonios. Lo que al principio eran sencillas romerías acabó convirtiéndose con el tiempo en tétricas manifestaciones con cánticos y letanís para tratar a los locos. Levitaciones, retorcimientos, recuperación de miembros... todos estos supuestos sucesos han dejado un estigma sobre el santuario.