A medida que se despide el otoño y se va acercando el invierno arranca la campaña de la recogida de la aceituna, un periodo clave para el campo madrileño. Es el pistoletazo de salida a semanas de días intensos en el campo.
Aunque la cosecha es estacional, detrás de ella hay un trabajo que se prolonga durante los doce meses del año. El olivar no descansa, y quienes lo cuidan, tampoco.
Municipios como Villarejo de Salvanés viven especialmente este periodo. En esta zona de la región hay, aproximadamente, unas 27.000 hectáreas de cultivo dedicadas al olivar. Hasta allí ha ido nuestro compañero Fran Magaña para conocer cooperativas como Aceites Pósito, procesan en estos días miles de kilos de aceituna que, en cuestión de horas, se convierten en AOVE de la mejor calidad. Su labor es un ejemplo de cómo el modelo cooperativista sigue siendo clave para sostener la economía agrícola y mantener vivo el tejido rural.
Durante siglos, el oficio del aceitunero sostuvo la economía de muchas familias rurales. Hoy sigue siendo esencial, aunque ya no es el mismo. La falta de mano de obra y de relevo generacional ha acelerado la mecanización del sector dejando atrás la forma de recogida tradicional, pero permitiendo reducir tiempos y esfuerzo físico.
La campaña de la aceituna es, en definitiva, el reflejo de un sector que se adapta sin perder su esencia. Tradición, innovación y un producto que sigue siendo uno de los grandes tesoros de nuestra gastronomía.
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