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Adela llega con una misión clara: enseñar a elaborar una fabadita asturiana “como Dios manda”. Para ella, el secreto está en la materia prima: buenas fabes, lacón, chorizo, panceta y morcilla. “Yo no le echo más”, asegura.

En 1985 abrió su primer restaurante en la calle Olivar junto a Hortensia, su maestra, y su marido, Luis Núñez. Allí permanecieron 20 años, hasta trasladarse posteriormente al edificio del Centro Asturiano de Madrid, donde continuaron otros veinte más.

La pandemia cambió su vida por completo. Su marido cayó gravemente enfermo, tuvo un trasplante de pulmón, un ictus y diversas complicaciones respiratorias y finalmente, en diciembre de 2023, él falleció.

“Ya no era la casa familiar que mantuvimos durante 40 años”, añade.

A sus 67 años, busca cerrar “un ciclo bonito”, un homenaje doble: a Hortensia, quien le enseñó todo en la cocina, y a su marido, con quien compartió una vida de trabajo, lucha y amor.