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Con una energía admirable y una memoria prodigiosa, Ana Rivero repasa su vida profesional tras 50 años de trabajo en el Congreso de los Diputados.

Entró en mayo de 1975, en los últimos meses del franquismo, y desde entonces ha sido testigo de la transición política, la aprobación de la Constitución, la llegada de dos reyes y la jura de la Princesa Leonor.

Rivero recuerda que en sus inicios el 95% del personal eran hombres, y que las jornadas laborales eran largas y duras, llegando a trabajar hasta la madrugada.

“No había conciliación posible”, confiesa Ana.

Hoy, mira atrás con orgullo: “He vivido la historia de España desde dentro”, afirma. Y aunque reconoce que el trabajo ha cambiado y se ha modernizado, mantiene intacta la pasión por una profesión que considera “una vocación y un privilegio”.