La Regadera: Miqui Puig 01.11.2025
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Casi cuatro décadas después de los primeros acordes con Los Sencillos, Miqui Puig sigue demostrando que la suya es una de las carreras más singulares y honestas del pop español.
Se define, sobre todo, como cantante, aunque la suya es una trayectoria versátil en la que ser DJ, radiofonista, productor o escribir un libro de memorias también han tenido cabida.
Puig celebra en 2025 sus cuarenta años en la música con Miqui Puig Canciones, un espectáculo en formato de sesión de baile que repasa su trayectoria con espíritu festivo.
Pero este aniversario llega acompañado de otro hito: la publicación de Yo no quería ser Miqui Puig. Cronología sentimental de un cantante de amor (Magazzini Salani, 2025). En él, Puig abre sus diarios personales para reconstruir su historia con una sinceridad que desarma.
No son unas memorias al uso, sino un collage de confesiones, heridas y canciones. En sus páginas, el artista catalán —nacido en L’Ametlla del Vallès en 1968— se enfrenta a sus sombras: la fama repentina, los complejos, las crisis artísticas, la soledad y una necesidad constante de sentirse amado.
En el libro, Puig escribe sin pudor sobre la cara menos glamurosa del éxito: los miedos a desaparecer, la sensación de impostura, la angustia del cuerpo y del espejo. “No gustarme —dice—. Hubo épocas de no gustarme. De esconderme.” También habla de su madre, de una familia humilde que lo protegió, y de un padre cuya muerte en 2016 lo obligó a reconciliarse con su pasado.
Su historia musical arranca en los años 80, entre guitarras mod y pantalones de flores. Con Los Sencillos —formados en 1986 y disueltos a finales de los 90— conquistó la radio con himnos luminosos y letras de ironía melancólica. Después llegó la carrera en solitario, los discos más personales, el soul y la electrónica, los proyectos fallidos y los aciertos que el tiempo ha sabido poner en valor.
Siempre curioso, pero miedoso, Miqui ha sido también jurado de Factor X…como DJ ha pinchado para Bruce Springsteen o en la boda de Ferran Adrià, pero también ha sufrido la soledad de las cabinas y la fatiga del artista que no se conforma. “Pinchar —dice— es ver bailar a los demás mientras tú trabajas, pero también es darles un pedazo de tu felicidad.”
Yo no quería ser Miqui Puig es, en el fondo, un ajuste de cuentas con el propio mito: el niño que soñaba con ser moderno, el joven que se travestía para huir del gris de los ochenta, el hombre que aprendió —tarde— a quererse. Entre confesiones sobre la moda, los zapatos, el amor y los insultos recibidos en los escenarios el libro revela la vulnerabilidad de alguien que nunca ha dejado de bailar…ni de hacer y cantar canciones.
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