"El Cisne": La falsa despedida de Grace Kelly

En 1956, a Charles Vidor se le encargó preparar la despedida de Grace Kelly de ese Hollywood que tan bien la había tratado: Así, el director de Gilda, con ayuda de una obra de teatro que le vino al pelo, tejió la historia de El cisne en la que la protagonista es una princesa bella y elegante, como el ave al que se refiere el título, que, por increíble que parezca no es feliz pese a su vida de fábula, y que tendrá que debatirse entre el amor y el deber. Un drama romántico de película con un pie en la realidad. El ganador del Oscar Alec Guinness y Louis Jourdan ayudaron a la Kelly en el trance de despedirse del cine para convertirse en princesa de un principado pintón.

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El cisne fue o un regalo que Hollywood le quiso hacer a Grace Kelly, a punto de convertirse en Princesa de Mónaco, o un modo de aprovechar el tirón popular de la que sería la boda del siglo. Teniendo en cuenta que se preocuparon muy y mucho de estrenarla el mismo día en que se produjo el enlace está claro que sus intenciones eran más económicas que otras cosas.

Hollywood la coronó, la vistió con trajes suntuosos y alquiló una impresionante mansión de los millonarios Vanderbilt hecha a semejanza de un castillo francés, para darle lujo y esplendor a lo que debería haber sido su canto de cisne en el cine. Lo cierto es que después le dio tiempo a rodar una más antes de casarse con aquel príncipe bajito y rechonchón que sólo la quería para darle lustre a un minúsculo país inmerso en una crisis económica tremenda. Necesitaba como fuera que el mundo mirase hacia Mónaco, y lo viera como un lugar donde se puede invertir y gastar. Y Grace Kelly era la solución. Y tanto que lo fue.

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Nacida en una acomodada familia de Filadelfia que no quería que fuese actriz, como salió respondona, a los 22 ya estaba en Hollywood acompañando a Gary Cooper para que no estuviera solo ante el peligro. Poco después marchó a la jungla a ver que podía cazar por allí, porque si hay que hacer caso de la leyenda, tanto Gable como Cooper fueron presa fácil. La belleza más elegante de la pantalla era mucho más ardiente de lo que parecía. Por eso se convirtió en la perfecta rubia de Hitchcock porque era la quinta esencia de la elegancia, hasta que dejaba de serlo, en privado por supuesto. Sobre su romance hay dudas que nos regalaron un buen puñado de títulos inolvidables. Entre otras cosas porque ella era una estupenda actriz.

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Ganó un Oscar por interpretar sin maquillaje y con una rebeca agujereada a una esposa desesperada en plena angustia de vivir y en apenas 5 años de carrera rodó una decena de éxitos antes de convertirse en Gracia de Mónaco, vistiendo el traje de boda más caro de la historia, diseñado por Helen Rose que también la vistió de princesa en la de esta noche y obteniendo como regalo de boda la prohibición de que sus películas se exhibieran en el principado. En la de esta noche, Alec Guinness, a punto de conseguir un explosivo Oscar, le da al príncipe de ficción una elegancia que no tuvo el de verdad.

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Proveniente del teatro británico más prestigioso pasó al cine pisando idéntico territorio: el de los grandes relatos indiscutibles aunque al tiempo ofreció algunos recitales interpretativos ciertamente impresionantes. Hasta ocho papeles diferentes en una misma comedia; todo un camaleón.

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Verse rechazado por aquel bello cisne llamado Grace Kelly y construir el puente sobre el río Kwai le abrieron las puertas del cine con mayúsculas y desde entonces no se perdió una; se congeló todo lo congelable en la estepa rusa y se calcinó todo lo calcinable cabalgando por el desierto. Y así consiguió cinco candidaturas al Óscar, la última de las cuales por interpretar al anciano Obi Wan Kenobi en la más popular saga galáctica. Años después de su fallecimiento, sus herederos reciben por ésta más libras en conceptos de derechos que por todas las demás juntas. Y no quería hacerla ni maniatado.

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El galán es el siempre turbio Louis Jourdan, un excelente actor demasiado apuesto como para que ser tomado muy en serio. Tras algunos filmes menores en su Francia natal y un estupendo debut en el cine americano propiciado por el mismísimo Hitchcock, Carta a una desconocida fijó su imagen de turbulento que ya no le abandonaría en la mayoría de los grandes éxitos de su carrera americana que fue larga, fructífera y le permitió tomar el relevo de la casa francesa en Hollywood de grandes como Maurice Chevalier y Charles Boyer. Tan larga que hasta llegó a tiempo de poner en apuros al mismísimo James Bond. Los siempre competentes Jessie Royce Landis, Agnes Moorehead y Brian Aherne secundarios –estrellas, alegran con su presencia esta fábula palaciega con tanta miga.

Pues esa lucha entre ser una princesa, que no hace frivolidades como podrían ser consideradas las películas, y su deseo de volver a ponerse ante las cámaras fue algo constante en la vida de la Kelly desde que contrajo matrimonio con Rainiero. En dos ocasiones, obligada por su marido, rechazó interpretar a la Virgen María en La historia más grande jamás contada y Rey de reyes, pese a las bondades del personaje, por temor a que sus súbditos lo consideraran un sacrilegio. Y Hitchcock, que la encumbró, casi consigue que en Marnie, la ladrona volviera ponerse a sus órdenes.

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En los tres casos, y en alguno más, el cisne Kelly se tuvo que quedar contemplando su estanque favorito desde las ventanas de palacio.

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