Lo que le gustaba a Jean Negulesco, una de romances, con un gran reparto. Son las señas de identidad de “Creemos en el amor”.
En ella, el director de “Como casarse con un millonario” recupera un trío femenino en la cabecera de cartel – formado por Dorothy McGuire, Jean Peters y Maggie McNamara – que viven en Roma y allí alimentan sus sueños de encontrar marido, pero no por razones tan prácticas como sus predecesoras en la filmografía del director.Ellas, como avanza el título del filme, sí que creen en el amor. Pero aun así van a tratar de poner a la suerte de su parte arrojando las obligadas monedas a la Fontana di Trevi. Y alguna va a resultar bastante afortunada, la verdad.
Amor y lujo destila la película de esta noche. Candidata en Los Oscar a la mejor película del año y ganadora de dos estatuillas, “Creemos en el amor” sitúa de nuevo a tres mujeres, que comparten un amplio apartamento en pleno centro de Roma y con intereses amorosos de corte parecido ante el objetivo de Jean Negulesco, más afilado de lo que parece en esta película que parece muy romántica y de hecho lo es, pero tiene su intríngulis. Que no os despisten del todo los violines de la famosa canción “Tres monedas en la fuente” que ganó un Oscar, que hizo popular el mismísimo Sinatra y que es el título original del filme en inglés. La otra estatuilla conseguida fue para Milton Krasner por la espectacular visión que muestra de la ciudad eterna; de hecho convierte Roma, y también Venecia, en protagonistas con rango de estrellas en este entretenidísimo filme que fue uno de los más taquilleros de la década, llegando a recaudar más de 12 millones de aquellos días. Una barbaridad.
Negulesco de “Como casarse…”
El director era todo un artista con inquietudes diversas. Nacido en Italia, se peleó un lugar en la industria del cine americano, llegando a rodar una treintena de cortometrajes y documentales de encargo durante apenas cuatro años. Su film debut en el largometraje fue brillante: el policíaco “La máscara de Dimitrios”. Pero también había demostrado ya lo bien que se le daba el melodrama, haciéndole ganar un Oscar a Jane Wyman, por interpretar a la muda “Belinda”.
Después llegarían las taquilleras andanzas de aquellas que buscaban millonarios para casarse como si no hubiera un mañana , las de las señoritas enredadas con las cosas del querer que nos acompañan hoy o de aquellas empleadas en las oficinas de una gran compañía en la que ascender siendo mujer era insolentemente difícil.
Pero las auténticas estrellas tienen cuerpo físico y un personaje en el que introducirse. Una de las tres damas, representada por Dorothy McGuire parece estar enamorada en secreto de su jefe, un escritor un tanto sibilino y de carácter caprichoso que para eso lo interpreta Clifton Webb. La segunda, pese a las estrictas normas que rigen en el trabajo y que prohíben este tipo de relación, la empleada que encarna Jean Peters no puede resistirse a salir con ese italiano guapetón que le han puesto al lado que se parece del todo a Rossano Brazzi. Y la tercera, jovenzuela con el pie más tierno, acabará perdidamente enamorada de un príncipe italiano, que tiene, por supuesto su reverso un poquito especial y al que da vida el elegante francés Louis Jourdan, que siempre estuvo en el mejor sitio y en el mejor momento, facilísimo de mirar, pero siempre envuelto en un aura oscura que no terminaba de permitirle brillar.
Dorothy McGuire, con aureola de gran actriz por su procedencia teatral, parecía siempre tan seriecita y tan correcta que le empezaron a caer papeles de mujer madura sin haber cumplido los 30. Tuvo muy buenos inicios interpretando a la racista señorita de clase alta de “La barrera invisible”, que le procuró una candidatura al Oscar, nos transmitió a todos el espanto que se escondía tras la escalera de caracol, o en los lugares donde menos pudiera sospecharse y rápidamente comenzó a coleccionar hijos cinematográficos bastante creciditos. Anthony Hopkins en “La gran prueba”, su mano a mano con Gary Cooper en plan pacifista, y “Susan Slade” en la que le tocó ser la mamá de la bastante crecidita Connie Stevens. Hasta fue la mamá de los Jordache; uno rico y el otro pobre. La emparejaron con el exitoso Clifton Webb que había revelado todo su talento en la inmarchitable “Laura”.
Perfil en “Laura”
Ex niño prodigio, cantante, bailarín, estrella de los grandes musicales del momento, sofisticado cómico en algunos enredos teatrales notables y elegante bon vivant y pieza fundamental de todo evento social de postín que se preciara. A ellos acudía siempre con su mamá que fue la única compañía que se le conoció hasta la muerte de ésta ya nonagenaria Webb fue candidato al Oscar por la de esta noche; de nuevo al año siguiente por “El filo de la navaja”, y en una tercera ocasión que se convirtió en franquicia de éxito: cuando interpretó al señor Belvedere en la saga de la “Niñera moderna”. Nadie como él para mirar a los demás de arriba abajo con inimitable suficiencia y darle a algunas frases entonación de latigazo.
Jean Peters, eterna mujer pirata, ese fue su personaje más emblemático, junto con la ingenua recién casadas que ha de enfrentarse con la doble vida de la infiel a la que dio vida Marilyn, no tuvo una carrera dilatada mi falta que le hizo. Se casó con Howard Hughes que era tan raro que a pesar de ser su esposo durante casi 20 años sólo la vio 4 0 5 veces y en su testamento le dejó un auténtica fortuna aunque ya estaban divorciados.
Sería para compensarle tanta desidia.
Una vez más nos encontramos aquí al galán italiano por excelencia de las películas americanas de la época: el apuesto Rosanno Brazzi, que, una vez que superó sus problemas con el inglés que le costó lo suyo, fue acompañante de lujo de la Hepburn, en “Locuras de verano”, de la Gardner en “La condesa descalza” y de June Allyson en “Interludio de amor”, por citar a tres principales.
Hasta llegó a disfrutar de la tercera época dorada de Hollywood; aquella en la que todos ya muy mayores coincidían en la teleserie “Vacaciones en el mar”.