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Los vecinos de varias comunidades de la calle José Garrido, en el madrileño distrito de Carabanchel, han pedido ayuda a La Comunidad para poder hacer frente a un narcopiso que genera constantes problemas tanto a ellos como a los niños del colegio contiguo.

Los drogadictos y los narcotraficantes campan a sus anchas por la zona y los vecinos aseguran que ya no pueden aguantar más esta situación: la delincuencia, las drogas, la violencia, los ruidos y los robos se han convertido en el día a día para ellos.

Según nos han explicado los vecinos, en el narcopiso existen tres perfiles de personas: los que vienen a consumir droga, los que se la proporcionan y los okupas, que también están preocupados por la presencia de los traficantes.

Tras hablar con los vecinos de la zona, en La Comunidad también queríamos conocer la opinión de la otra parte del conflicto y hablar con los inquilinos del narcopiso, pero el recibimiento no ha sido el mejor. Y, por si fuera poco, nos han echado de una forma nada amigable.

El ‘edificio de la discordia’

A primera vista parece que el edificio en el que se encuentra la narcomunidad es un bloque de viviendas normal que no está en mal estado. Pero la cosa cambia cuando nos acercamos y echamos un vistazo al portal, que se encuentra en unas condiciones lamentables: los cristales rotos, lleno de pintadas, quemado…

Nada más cruzar este portal una mujer nos ha recibido al grito de “¡Quitad la cámara que no quiero que me grabéis!”. Con la cara tapada con una prenda de ropa ha pasado delante de nosotros sin decir nada más.

El patio comunal está en unas condiciones similares al portal, lleno de pintadas y de escombros en cada esquina. Incluso hay un cartel en el que se avisa de la presencia de perros peligrosos sueltos.

Patio comunal del narcopiso de Carabanchel | Redacción

“Esto no se puede hacer, tenemos derecho a la intimidad”, ha increpado uno de los inquilinos del inmueble. Este inquilino es un okupa que nos cuenta que “no quiero salir, yo vivo aquí”. Sin dejar de vigilarnos en ningún momento, nos ha pedido constantemente que salgamos del edificio y nos ha seguido durante todo el tiempo que hemos estado dentro.

Mientras Verónica Dulanto hablaba con este inquilino, otro vecino nos ha gritado que nos fuéramos, que no teníamos derecho de estar en el edificio. “Como si quieren llamar a la ONU, al FBI o a lo que quieran, ellos no pueden estar aquí”.

“Como si quieren llamar a la ONU, al FBI o a lo que quieran, ellos no pueden estar aquí”

La policía ya conoce los problemas del edificio

La situación se ha ido calentando dentro del edificio. “Ustedes a lo que vienen es a inventarse mentiras por aquí e ir a declararlo por allá, para que nos echen de aquí”. Incluso empezamos a recibir algunas amenazas como “te juro que te echo agua si me grabas”.

Cuando ya nos disponíamos a salir del patio, alguien, desde arriba, nos ha lanzado agua en repetidas ocasiones mientras otros nos gritaban. “¡Váyanse, váyanse, váyanse!”. Y en el portal la cosa no ha mejorado, sino que ahí empezaron a lanzar botellas y latas.

Finalmente tuvimos que abandonar el edificio y llamar a la policía. Hasta ocho agentes de la Policía Nacional acudieron para tratar de calmar a los inquilinos del edificio. Y según nos han informado, esta no es la primera vez que vienen.