Hiperpaternidad, la sobreprotección y defensa de los hijos hagan lo que hagan

  • Este cuadro clínico está estrechamente relacionado con el enfrentamiento de alumnos a profesores 
Foto: Redacción |Vídeo: Telemadrid

Defender a los hijos hagan lo hagan, aunque no haya defensa posible, es lo que los especialistas llaman ‘hiperpaternidad’.

"He parido a mi maltratador"

La ‘hiperpaternidad’ se define como la forma de educar a los pequeños donde se les da todo, se les protege de todo y se les indica qué deben ser.

Esta forma de educar tiene muchas consecuencias sobre todo en el ámbito escolar porque si en casa lo que reciben es sobreprotección, llegarán a las aulas y se enfrentarán a profesores y lanzarán amenazas como: “¡Ya verás cuando se lo diga a mi padre!”.

“La sobreprotección infantil produce niños altar, pequeños que no saben defenderse"

Y lo peor llega cuando los progenitores no dudan en darle la razón al niño en pleno conflicto.

Pero esta no es esta la única consecuencia porque no es raro escuchar frases como la de este titular: “He parido a mi maltratador”, ya que 13 familias denuncian cada día agresiones de sus hijos y solo entre el 10 y el 15 por ciento de los casos denuncia. Algunos expertos lo tienen claro, “la sobreprotección infantil produce niños altar, pequeños que no saben defenderse, que no son autónomos, porque se lo dan todo hecho. Se lo están dando todo resuelto”, afirma Eva Millet, autora de ‘Hiperniños, ¿hijos perfectos o hipohijos?'.

"Estos padres creen que lo hacen bien, que es su deber y creen ser buenos padres"

Para profundizar aún más en este concepto, en ‘Juntos’ hemos contado con Roberto Aguado Romo, especialista en psicología clínica y autor del modelo de inteligencia V.E.C. y que afirma que los padres que educan de esta manera, “se comportan siguiendo sus creencias que se convierten en verdades y creen que lo hacen así bien, creen que es su deber, y creen que ser buenos padres implica dar a su hijo siempre la defensa”.

La respuesta puede estar en que los padres de los jóvenes de ahora se criaron de una forma completamente diferente, con un modelo mucho más estricto y que ahora quieren que sus hijos tengan lo que ellos no tuvieron cuando eran niños.

“Es muy habitual escuchar a padres que tienen este cuadro clínico que dicen que confían en la palabra de su hijo, y que colocan entonces la palabra de un menor en el mismo lugar que la palabra del maestro o la maestra, entonces se crea aquí una especie de paradoja, llevo a un centro escolar a que eduquen a mi hijo, pero no confío en las personas que educan a mi hijo”, ha añadido Roberto Aguado.