El crimen del Palacio de Cañete

¿Quién os iba a decir a vosotros que en el 69 de la calle Mayor hay una historia de mucho misterio y terror digna de una película? Santi Acosta nos lo explica.

En este lugar se encuentra el Palacio de Cañete. Un buen día, allá por la época de los Austrias, pasaba por aquí el Marqués de Cañete, el dueño del Palacio. Y así, cosas de la vida, lo convirtieron en pincho moruno con una espada. Mala forma de acabar una tarde.

Venía de pasar la tarde con un clérigo, Antonio Amada. Como no había otro sospechoso, le cargaron el muerto al religioso. No es que el sistema judicial fuera especialmente cuidadoso.

No contentos con condenarle a muerte ¡le cortaron la mano y la dejaron colgando a la puerta del edificio! Era en plan indirecta para futuros malhechores. A ver si pillaban el recado. Costumbres de la época.

Y ahora viene lo esperable de estas historias. Empiezan a escucharse gritos en el palacio. Pasos, puertas que se abren y se cierran... Ya sabéis. Por fin, uno de los antiguos criados del marqués, en su lecho de muerte, confesó que el

único culpable del crimen era él, que se cargó a su jefe porque el marqués le estaba tirando los tejos a su señora.

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