Vídeo: Redacción | Foto:Telemadrid
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En el Palacio de Santa Cruz estuvo preso el legendario Luis Candelas hasta que una gélida mañana de 1837 cientos de madrileños se congregaron en la Plaza de la Cebada para presenciar cómo el garrote vil terminaba de forma lenta y cruel con la vida del bandido madrileño más famosos de la época.

El delincuente más buscado del siglo XIX había sido condenado a la pena capital que se aplicaba a los criminales más odiados por cometer más de 40 robos. Luis Candelas no fue un delincuente común. Lo suyo fueron asaltos preparados de forma meticulosa y nunca violenta. Su mayor error lo cometió al robar en casas de personas relacionadas con la Familia Real y con la Reina María Cristina. ¡Eso sí que no se podía consentir!

Asaltó la diligencia del embajador de Francia sustrayendo no solo dinero y joyas sino también unos documentos confidenciales y comprometedores. Y la segunda equivocación fatal fue robar a la acaudalada modista de la reina. Pese a loas súplicas de indulto, la Reina no podía consentir que robaran a su modista. Por supuesto a la Reina se la repanpinflaba que robaran a los madrileñitos de a pie. ¡Pero a su modista! ¡Eso sí que no! Cosa de reyes, oiga. Luis Candelas murió joven, a unos breves pero intensos 31 años.