Es una pelea que viene de lejos. Un vecino contra toda una comunidad. Impide que se instale el ascensor que tanto necesitan la mayoría de ancianos que residen en un edificio de San Sebastián de los Reyes.
Le han perdonado la deuda de 5.000 euros que tenía con la comunidad, pero ni siquiera eso ha servido para que permita que se terminen las obras. El caso está en los tribunales, pero un error de forma ha vuelto a posponer la fecha del juicio.
Cuatro años llevan peleando los vecinos de un edificio de San Sebastián de los Reyes contra el propietario de un local que se opone a la instalación de un ascensor. Se trata de una comunidad de nueve vecinos, la mayoría de edad avanzada, que necesitan de manera urgente el ascensor parar poder salir a la calle.
Hace 3 años que comenzaron las obras, pero se quedaron a medias ante la negativa del dueño del local que se niega a dar permiso para que acaben la instalación. "No nos deja acceder porque hay que romper un forjado", explica Bernardo, uno de los vecinos afectados.
Pidieron un préstamo de 55.000 euros para hacer frente a la instalación del elevador y en noviembre ya han terminado de pagarlo, pero siguen sin ascensor. "Hemos pagado a la empresa instaladora pero nos hemos quedado sin dinero y sin ascensor, que está retenido", dice Bernardo.
El propietario del local lleva años chantajeando a los vecinos. Para acceder a la instalación pidió en primer lugar que le condonaran su parte, más de 5.000 euros. Le eximieron del pago, pero se sigue oponiendo. "nos sentimos extorsionados por él", afirma.
También era propietario de una casa del bajo que ya ha vendido y ahora pide que le devuelvan la derrama que pagó en su día, más de 5.000 euros también, más los gastos del abogado. "Le hemos ofrecido dinero, pero nada. No sabemos por qué actúa así, no le hemos hecho nada", explica Bernardo.
Tenían fecha de juicio para solucionar el problema, pero por un error de forma ha quedado aplazado. Están desesperados y ya no saben a quién recurrir. "El ayuntamiento no nos da respuesta para inspeccionar el local", apunta Bernardo.
Muchos de los vecinos son octogenarios. "Necesitamos el ascensor como el comer. Hay gente mayor y a mi hija la operaron del corazón dos veces", señala Bernardo.
