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¿Sabías que algunos garbanzos llevan nombre de investigadoras? Son variedades desarrolladas desde cero en el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) en los años 90, y bautizadas en honor a las científicas que los impulsaron.

El objetivo son cultivos más resistentes y productivos, con un ciclo más largo y menos vulnerables a los hongos, en especial a la temida rabia del garbanzo.

Amelia, la joya madrileña

Entre las distintas variedades, una destaca sobre todas las demás: Amelia, el garbanzo más cultivado en la Comunidad de Madrid. Se trata de un pedrosillano pequeño, sabroso y de gran calidad, que no pierde la piel al cocinarse y que cuenta con una excelente adaptación frente a enfermedades.

Entre las 12 variedades evaluadas, una llama especialmente la atención: Tizón, un garbanzo negro que recuerda a los primeros que se cultivaron en la antigua Persia. Aunque su aspecto sorprende, su sabor es idéntico al de los garbanzos blancos actuales.

Garbanzos madrileños: resistentes a la sequía, sanos y sostenibles

Las investigadoras no solo siembran, también analizan cada detalle: fecha de nacimiento de la planta, altura, número de vainas, floración y producción final. Todo se mide hasta el día de la cosecha. La recolección se hace con maquinaria especial para ensayos, que permite recoger con precisión las parcelas destinadas a investigación.

El sureste madrileño, con su suelo arcilloso y calcáreo, y un clima seco y cálido, ofrece las condiciones perfectas para este cultivo tradicional. Ahora, además, los estudios se centran en comprobar cómo se adaptan las variedades a los nuevos retos del cambio climático.