Visitamos la botería de Julio Rodríguez, la última que queda en Madrid, un comercio centenario que heredó de su abuelo y en el que sigue trabajando de forma artesanal.
Julio es el último representante de un oficio que está en peligro de extinción. El vidrio y, sobre todo, el plástico han relegado a las botas de vino a un lugar testimonial en las casas madrileñas
En su tienda taller, Julio nos muestra el proceso de creación de una bota que comienza con una piel de cabra cortada, cosida y untada con pez para impermeabilizarla.
Quizá, dentro de poco, sea un objeto difícil de conseguir.