El peso de los "candados del amor" que invaden el Pont des Arts de París hace temer al ayuntamiento parisino por la estabilidad de las barandillas del puente, aunque no suponen un verdadero peligro para la estructura de este célebre enclave romántico.
Cuatro manos se afanan en enganchar un pequeño candado con los nombres de sus propietarios escritos para después lanzar la llave al río como promesa de amor eterno.
De la mañana a la noche, cada día, parejas de enamorados, grupos de amigos o familias dejan constancia de su relación a través de una simbólica cerradura que amarran a esta pasarela más de 200 años después de su construcción.
El monumento cruza el Sena para unir el Museo del Louvre -antaño Palacio de las Artes, de donde el viaducto recibe su nombre- y la Academia Francesa. Su aspecto actual, con 155 metros de entablado en madera y barandas metálicas, data de 1984, cuando sufrió su última reforma. Pero la moda de revestirlo de candados no tiene una década.
No está claro cuándo o cómo empezó esta tradición, aunque parece venir de Europa del este y haberse intensificado con "Ho voglia di te" (Tengo ganas de ti), la novela rosa del italiano Federico Moccia, cuyos personajes colocaban un cerrojo en el "Ponte Milvio" de Roma.
En la Ciudad de la Luz hicieron acto de presencia a partir de 2008, pero no fue un fenómeno importante hasta un par de años después, según explicó a Efe el ingeniero responsable de los puentes del Sena en París, Ambroise Dufayet.
Desde entonces el fenómeno creció hasta convertir en reto localizar huecos libres, un exceso que "puede degradar puntualmente las barandas", comenta Dufayet, quien precisa que regularmente "se inspecciona su estado y cuando parecen presentar problemas para las personas o el patrimonio se reemplazan".
No deben temer por el momento ni los amantes, ni los muchos vendedores que hacen del afecto su ganancia, un negocio que aparentemente marcha viento en popa por lo que muestra Shari, comerciante ambulante indio instalado en el banco más cercano al Louvre desde hace ya dos años.
Shari no quiere revelar qué beneficios recauda, pero sí explica -en inglés- que el precio de las pequeñas cerraduras no ha cambiado gran cosa. Aunque hay otros puentes en París a los que también les crecen candados, el de las Artes es el mejor pues "no sólo es famoso en Francia, sino en Facebook", dice convencido.
Él y otros comerciantes afirman que los que compran son casi siempre turistas, que cuelgan su candado e inmortalizan el instante con una cámara o un teléfono móvil.
Lola es una niña de Buenos Aires y quiere dejar un recuerdo junto a sus padres; Hikari y Ai, dos japoneses que desean sellar sus sentimientos; y Elisa, una española que espera que el resto de sus amigas encuentren el candado cuando visiten París.
En el monumento, reconvertido en atracción turística, se escuchan todos los idiomas, como una torre de Babel horizontal en la que incluso se puede hablar francés y encontrar algún nativo, como Elene y Emmanuel.
Ellos son dos "antiguos parisinos" afincados en Israel que quieren eternizar su cariño tras 55 años juntos porque "no es más que el principio", asegura él con una sonrisa
"Esto no existía cuando vivíamos en París, lo vimos en un programa de televisión y como estamos de vacaciones, queremos poner un candado", añade ella con complicidad.
Las parejas que deseen probar suerte podrán seguir haciéndolo pues el ingeniero responsable del puente ratifica que "a día de hoy esta práctica no supone riesgos estructurales para las barandillas del Pont des Arts".
"Regularmente hay agentes que pasan para observar que no haya agujeros o elementos metálicos que puedan presentar un peligro, especialmente para los niños, pues sus cabezas tienen la altura de estas verjas", prosigue Dufayet.
De ser así, se reemplaza el panel dañado por otro que al ser nuevo se encuentra libre, señala el ingeniero. "Así la gente se puede apropiar del nuevo panel y la práctica continúa".