El diestro alicantino José María Manzanares ha paseado hoy sendas orejas por el ruedo de la Maestranza, ganadas más por la contundencia de sus estocadas que por los méritos de su toreo, frente una corrida de Juan Pedro Domecq con cuatro toros con clase y nobleza que no se aprovecharon.
FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros de Juan Pedro Domecq, de fina lámina y armónico trapío. Salvo el lote de Ponce, desrazado y a menos, el resto con nobleza y calidad, aunque con distinto fuelle y transmisión. Todos fueron ovacionados en el arrastre.
Enrique Ponce, de blanco roto y oro: media estocada baja (silencio); pinchazo, metisaca en los bajos y estocada caída (silencio).
José María Manzanares, de azul noche y oro: estocada recibiendo (oreja); estocada (oreja).
López Simón, de grana y oro: pinchazo y estocada trasera (ovación); estocada trasera desprendida (ovación tras petición de oreja).
Entre las cuadrillas, destacaron picando Paco María y José Palomares, y saludaron tras banderillear Suso, Luis Blázquez, Rafael Rosa, Vicente Osuna y Jesús Arruga.
Quinta corrida de abono de la feria de Abril de Sevilla, con más de tres cuartos de entrada en los tendidos (unas 10.000 personas) en tarde fría y de lluvia intermitente.
TOROS DE PUERTA DEL PRÍNCIPE
La ganadería de Juan Pedro Domecq, tan elogiada como vilipendiada en el siempre dispar mapa de opiniones del toreo, ha soltado hoy en Sevilla cuatro toros notables. Con sus matices, con mayor o menor transmisión y emoción en sus embestidas, pero todos con nobleza y calidad suficientes para propiciar la salida por la Puerta del Príncipe de los dos matadores a los que han cabido en suerte.
Los afortunados en el sorteo matinal fueron el alicantino José María Manzanares, que se ha llevado sendas orejas de un lote que ofrecía alguna más, y el madrileño López Simón, pero que se ha ido de vacío y dejando muchas dudas en el ambiente.
Con todo, el triunfo de Manzanares tampoco dejará huella, en tanto que el corte de sendos trofeos se ha debido principalmente a la gallardía, contundencia y efectividad de las estocadas con la que tumbó a sus dos enemigos.
El de su primero ha sido un ejemplar espadazo cobrado en la suerte de recibir, citando y trayéndose al toro con temple para dejar la espada en lo alto y hacer que el animal saliera ya prácticamente muerto de los vuelos de la muleta.
El público ha vibrado más en ese momento que en todo el largo metraje de la faena que lo precedió, en la que hubo pases templados y bien compuestos, aunque demasiado aislados entre un conjunto deslavazado y sin apurar la evidente calidad del toro.
Tampoco con el quinto, que ha derrochado clase desde que salió a la arena hasta que rodó de un contundente volapié, llegó a redondear nada concreto Manzanares, con constantes altibajos de temple y de aplomo hasta dentro de las mismas tandas de pases, en un conjunto vistoso y ligero.
También de triunfo grande en una plaza de la importancia de la de Sevilla ha sido el lote de López Simón, cada uno con sus propios matices: con temple y justo gas el tercero -sangrado de más por la colocación del primer puyazo- y alegre, pronto y repitiendo incansable sus largas embestidas, el sexto.
Pero a los dos, tan diferentes, les ha aplicado el joven madrileño un idéntico planteamiento uniforme y plano que consistió en principio en acompañar, sin apenas mando ni temple, la inercia de las arrancadas primeras desde el "refugio" de la pala del pitón.
Y ya mediada la faena, al ceder el brío de los toros, también con ambos optó por meterse en la corta distancia, usando como último recurso para levantar las faenas distintos alardes y efectismos que, significativamente, el propio público le afeó con pitos.
La bola negra de un sorteo con varios premios gordos fue la de Enrique Ponce, que les ha hecho a sendos toros simplones y desrazados dos trabajos técnicos pero fríos, sin emoción y sin apreturas, como de intrascendente tarde de tentadero.