Brasil es de esos países donde el sistema penitenciario no entiende de derechos humanos. En Sudamérica, en Asia y, sin ir más lejos, en Marruecos.
Las cárceles son verdaderos infiernos. Los presos duermen en el suelo, no tienen comida y su seguridad está en manos de mafias.
Unos 2.000 españoles malviven (a día de hoy) en cárceles extranjeras y, para España, se ha convertido en una prioridad repatriarles y que cumplan lo que les queda de condena aquí, en España.