La cabina de pilotaje fue la parte del avión que más cambios sufrió tras los atentados del 11-S en 2001, al poderse bloquear desde dentro el acceso aunque se introduzca el código numérico desde fuera, y contar con tres cámaras en el exterior desde las que los pilotos pueden controlar lo que sucede en la puerta de acceso a la misma. La seguridad se maximiza en torno a la cabina de pilotaje con tres cámaras externas: una situada inmediatamente en el acceso de la puerta, otra posterior para visualizar si alguien está detrás de la persona que intenta entrar y otra lateral, que permite ver lo que sucede entre la puerta de embarque y el servicio de cátering.