Como cada último miércoles de agosto desde hace 72 años, la pequeña localidad valenciana de Buñol ha acudido entregada a su cita con la guerra a tomatazos que le ha dado fama internacional, una "chifladura" cada vez más organizada y con mayores medidas de seguridad. La intensa presencia policial, mayor que en anteriores ediciones, y los controles de seguridad, hasta cuatro consecutivos, a los que han sido sometidos los participantes, ha sido la nota dominante en la presente edición de esta fiesta, condicionada inevitablemente por los últimos atentados de Cataluña.