El Papa ha arremetido contra la "asfixia" que sofoca al hombre y ha llegado instado a aprovechar el periodo de Cuaresma -en el que los cristianos se preparan para Semana Santa- para decir "no" a "los egoísmos" y a las "mezquinas ambiciones y silenciosas indiferencias" ante el mundo.
"Nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, aire de tristeza y de resignación, aire sofocante de pánico y aversión", ha dicho Francisco durante la homilía de la misa de Miércoles de Ceniza, celebrada en la Basílica romana de Santa Sabina.
Para el Papa, la Cuaresma, el periodo de cuarenta días antes de Semana Santa y que empieza este miércoles de ceniza debe servir para rechazar "la polución de las palabras vacías y sin sentido, de la crítica burda y rápida, de los análisis simplistas que no logran abrazar la complejidad de los problemas humanos", especialmente de quienes más sufren.
En este sentido, ha instado a los católicos a decir "no" a la superficialidad espiritual, a la "asfixia" de una oración que tranquilice la conciencia, de una "limosna" que deje satisfechos, de un "ayuno" que haga sentir que se ha cumplido.
En esta línea, ha pedido que se nieguen los "intimismos excluyentes que quieren llegar a Dios saltándose las llagas de Cristo". Para el Papa, esta actitud "reduce la fe a culturas de gueto y exclusión". Ante ello, ha reivindicado el "aliento de vida de Dios" como un antídoto de la asfixia que "apaga la fe, enfría la caridad y cancela la esperanza".
Antes de comenzar la celebración, el Papa ha presidido una procesión de penitencia hacia la cercana basílica de Santa Sabina y tras la homilía ha impuesto y recibido la ceniza sobre la frente.
Según ha especificado, el gesto de la imposición de la ceniza simboliza la "condición original" del hombre que ha sido tomado de la tierra. "Somos barro, sí, pero barro en las manos amorosas de Dios que sopló su espíritu de vida sobre cada uno de nosotros y lo quiere seguir haciendo", ha concluido.