El papa Francisco creó cardenal al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, a quien impuso la birreta cardenalicia y entregó el anillo, en una ceremonia celebrada en la basílica de San Pedro del Vaticano. Omella se convierte así en el octavo cardenal de Barcelona y pasa a formar parte del Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica, junto con los otros cuatro cardenales que nombra hoy Jorge Bergoglio en su cuarto consistorio.
En la lista de los nuevos purpurados se encuentran también el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez; el arzobispo de Bamako, en Mali, Jean Zerbo; el obispo de Estocolmo, Anders Arborelius; y el vicario apostólico de Pakse, en Laos, Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun. Durante la ceremonia, Francisco advirtió a los nuevos purpurados en su homilía que el nuevo nombramiento no les convierte en "príncipes en la Iglesia" católica.
"De modo particular me dirijo a vosotros, queridos nuevos cardenales. Jesús 'camina delante de vosotros' y os pide seguirlo con decisión en su camino. Os llama a mirar la realidad, a no distraeros por otros intereses, por otras perspectivas", dijo.
"Él no os ha llamado para que os convirtáis en 'príncipes' en la Iglesia, para que os 'sentéis a su derecha o a su izquierda'. Os llama a servir como él y con él", añadió, al tiempo que les alentó a mirar diariamente a la realidad para afrontar los problemas de las sociedades actuales.
"La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de refugiados que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas", subrayó.
Omella (Cretas, 1946) fue el encargado de inaugurar la ceremonia con un discurso que pronunció en nombre de todos y en el que defendió una Iglesia "peregrina", al servicio de la paz y de la ayuda a los más necesitados.
Para la creación de los nuevos purpurados, el papa nombró a los cardenales y, uno a uno, les entregó el anillo cardenalicio, símbolo de su nuevo compromiso universal con la Iglesia, la birreta cardenalicia, roja en memoria de la sangre de los mártires que dieron su vida por defender su fe, y la asignación de su iglesia en Roma.
Estos nuevos cinco purpurados se convierten ahora en miembros del Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica, que queda formado por 121 electores con derecho a votar a un pontífice en un futuro cónclave. El colegio también está compuesto por otros 104 no electores que no podrán participar en la elección del nuevo papa al haber superado los 80 años.
Este es el cuarto consistorio de Francisco desde el inicio de su pontificado en marzo de 2013 y en los anteriores nombró a 19 cardenales en febrero de 2014; 20, en febrero de 2015; y 17, en noviembre de 2016.