El diestro David Mora, que reaparecía casi dos años después de una gravísima cornada, salió a hombros al final del mano a mano que le enfrentó en el Palacio de Vistalegre con Jiménez Fortes, que también volvía a los ruedos tras un tremendo percance pero demostrando que no ha perdido un ápice de su valor.
FICHA DEL FESTEJO:
Cinco toros de Parladé y uno de Juan Pedro Domecq (6º, sustituto de un titular devuelto por flojo), de buena y armónica presencia. El lote de Mora tuvo dos toros (1º y 5º)de muy alta nota, por su bravura y la gran calidad de sus embestidas; el resto tuvo movilidad, aunque a falta de entrega o con ciertas complicaciones, como los dos primeros de Fortes.
David Mora: estocada desprendida (dos orejas); estocada caída (ovación tras aviso); tres pinchazos y media estocada desprendida (vuelta al ruedo tras leve petición de oreja y aviso).
Jiménez Fortes: media estocada tendida desprendida y tres descabellos (ovación); bajonazo (ovación tras aviso); dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso).
Entre las cuadrillas, saludaron montera en mano Iván García, por la brega, Ángel Otero y José María Tejero, por sus pares de banderillas, en el tercero. Algo menos de media entrada en el segundo y último festejo de la Feria de Invierno del Palacio de Vistalegre.
COMO SI NADA HUBIERA PASADO
Los toreros siguen siendo, por mucho que se empeñe la propaganda antitaurina, unos seres ejemplares. Y no ya por jugarse la vida limpiamente ante la amenaza letal de los pitones de los toros, sino también por su enorme entereza para sobreponerse a los percances que, de vez en cuando, les ponen al borde de la muerte.
Sólo así puede entenderse que dos hombres como David Mora y Jiménez Fortes, que han pasado un durísimo calvario de operaciones y tratamientos médicos tras sendos percances gravísimos, volvieran hoy a los ruedos como si nada hubiera pasado en todo ese tiempo.
Porque hay que tener una gran fortaleza mental para volver a ponerse delante de la cara del toro después de esa tremenda cornada que sufrió hace veintiún meses David Mora en la plaza de Las Ventas, y que estuvo a punto de impedirle incluso hacer una vida normal.
Pero tras constantes sacrificios y una descomunal fuerza de voluntad en la recuperación, ahí estuvo de nuevo el madrileño para disfrutar de la calidad suprema de dos toros de Parladé que le pusieron en bandeja un triunfo que debe saberle a gloriosa recompensa a tanta y tan prolongada incertidumbre.
Disfrutó Mora del calor de la gente, que ya desde el paseíllo tributó una sonora ovación a los dos héroes, para remontarse a sí mismo e irse confiando pase a pase con la dulce embestida del primer toro que volvía a matar en público.
Fue ese cuatreño un "parladé" de balsámico comportamiento que le ayudó a sacar su temple interior hasta llevarle a cortar, después de una faena de creciente intensidad, esas dos orejas que le franquearon al puerta grande de Vistalegre.
También resultó más que potable el tercer toro de la tarde, con el que Mora se debatió entre ciertas dudas, pero para disiparlas por completo aún estaba el sexto, que aunó entrega, calidad, recorrido y transmisión en cada una de las arrancadas a la muleta.
Esta vez hubo cierto altibajos en el trasteo, pero en todo momento la bravura y la clase del astado ayudaron a mantener el calor del momento, hasta que varios pinchazos de Mora a la hora de matar ejercieron de jarro de agua fría y le negaron al madrileño un balance más contundente.
El lote de Jiménez Fortes, en cambio, no resultó tan "medicinal" como el de Mora, sino que supuso una dura y exigente prueba para calibrar el estado en el que ha quedado el valor del malagueño tras las dos cornadas que le atravesaron el cuello de parte a parte la pasada temporada.
Los dos toros de Parladé fueron la antítesis de los dos décimos premiados que le cupieron en suerte a Mora, en tanto que estos, en vez de clase, fueron reservones y mostraron un peligro más o menos evidente que su matador no les dejó desarrollar.
Y es que Fortes, más que bajar el nivel, parece haber recargado a tope su depósito de valor, pues aguantó impávido y sin la mínima duda cada colada, cada mirada amenazante y cada intento de "caza" de ambos animales durante un prolongado alarde de firmeza, en el que llegó incluso a recrearse ante el peligro.
Sólo sus fallos y su inseguridad con la espada, como le pasó con el noble y apagado sexto, ante el que se pegó otro largo "arrimón", impidieron que Fortes acompañara a Mora en esa salida a hombros en la que se deben olvidar todos los sinsabores de tantos meses de dolores y hospitales.